La Parroquia, comunidad para conocer más a Jesús

Queridos hermanos y hermanas
en el Señor:

La Cuaresma nos ofrece una oportunidad de conocer más a Jesús. Sólo en Él está la luz, la vida, la salvación, que se nos dio en nuestro Bautismo. Este don, por desgracia, con el paso del tiempo, en la mayoría de nosotros se va manchando y hasta se va perdiendo. La Cuaresma es la oportunidad de recuperar ese don precioso, que lo perdemos porque somos frágiles, tibios, pecadores; pero podemos recuperarlo, y este tiempo es la ocasión para recuperar esa dignidad, esa grandeza bautismal que se ha perdido.
Fijemos la mirada en Cristo, que nos conoce. No le tengamos miedo, porque Él conoce lo más profundo de nuestros pensamientos y de nuestras intenciones, pero no nos rechaza; al contrario, nos ama. Puesta la mirada en el Señor, caminemos con Él a la Pascua, que nos acepta y nos salva. Pero así como Él nos conoce, hace falta que lo conozcamos más.
Ésta es la razón de ser, la finalidad de toda comunidad parroquial: que todos los que la integran, que todas las familias, tengan la posibilidad, a partir de la Palabra de Dios, de ir conociendo a Jesucristo, y conociéndolo, experimentemos más su vida a través de los Sacramentos, y así, la proyectemos en nuestra vida y nos convirtamos en la presencia de Cristo en el mundo.
Ésta es la razón por la que se tiene que ir construyendo, consolidando, toda comunidad parroquial. En la Parroquia, todos representamos a Cristo, pero de una manera especial sus Sacerdotes, el Párroco, que lo hacen visible como Cabeza, y los fieles lo hacen visible como su cuerpo vivo. El Párroco tiene tres tareas fundamentales, relacionadas entre sí:
La primera es la tarea de enseñar, de predicar la Palabra de Dios. Es importante esta obra porque solamente la Palabra puede hacer surgir en nosotros la fe. La Palabra es la semilla que entra por el oído del que la escucha, y se aloja en el corazón, y ahí germina, y el fruto que produce es la fe. Se trata de iluminar la vida con la Palabra de Dios. El Sacerdote debe ser el maestro de la fe.
La segunda tarea es la de santificar al Pueblo de Dios, participando de su vida a través de los Sacramentos, signos que nos comunican la misma vida de Dios. El Sacerdote debe administrar, ofrecer, dar los Sacramentos al Pueblo de Dios para que se santifique.
La tercera tarea es la de conducir a la comunidad, señalando el camino de la salvación. El Sacerdote tiene que ir adelante para escuchar cuáles son las quejas de su pueblo, de sus fieles, por si alguno se cansa, por si alguien ya no quiere seguir. El Papa Francisco dice que el Sacerdote debe animar a sus feligreses yendo adelante, en medio y detrás de él, para darle a cada uno lo que necesita.

Yo les bendigo en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

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