Texto y Foto: Luis Sandoval Godoy
Formuló: José Sánchez Orozco
98- Al terco verás perecer,
por no dar su brazo a torcer
Se habla aquí del terco, del caprichudo, del obstinado. De aquél que, de modo ciego, sin razón ni explicación, se aferra a una actitud, se casa con un criterio absurdo.
No se habla, por cierto, de quien sabe sostener su ideal. No de quien sabe mantener con prudencia una actitud, una idea.
Las cosas de la vida no suelen darse a la primera oportunidad. Se requiere constancia, voluntad indomable, decisión fuerte para alcanzar un bien, cualquiera que sea.
El que porfía, mata venado, dice la expresión familiar. No rendirse al primer golpe, no entregarse al primer desengaño. Hay que seguir, hay que luchar, hay que mantener la mirada en alto.
Todo eso, cuando se adoptó una meta arriba, un empeño digno, una causa noble. Y no ciego, torpe y necio, perecer a lo tonto, nomás por no dar el brazo a torcer.
99- De lo que ganes, nunca te ufanes; de lo que pierdas, ni lo recuerdes
El refrán quiere que animemos nuestra vida en aires de serenidad. Que seamos ecuánimes y moderados en todo; que evitemos los aspavientos escandalosos.
Para qué iba aquél a echar las campanas al vuelo por el éxito que alcanzó. Recibió un reconocimiento, fue objeto de merecidos honores, realizó un negocio de grandes beneficios…
El barullo y la gritería, los aplausos y festines de la celebración, podrían trocarse en lamentaciones. Porque nadie tiene la dicha, la fortuna, el halago y el amor por siempre y para siempre.
Unos días traen otros; la rueda de la vida a veces casi toca el cielo y a veces raspa el suelo.
Con esa misma ecuanimidad, tampoco valen los gemidos, los llantos ni las lamentaciones.
Todo esto fue dicho en el refrán anterior. Todo se repite ahora en éste.
100- No vuelven los que mueren,
pero las cosas sucedidas, suceden
Son las vueltas del tiempo, es el retorno de la Historia. Aquéllos que protagonizaron sucesos estremecientes, se fueron un día. Se les hubiera creído inmortales. Es el caso de los grandes que no deben morir… .
Pero también mueren los personajes que dieron luz en el espacio de su tiempo. Mueren los poetas, los benefactores de la Humanidad, los santos, y dejan un vacío que, uno sabe con certeza: nadie podrá llenar.
¿Quién podrá realizar lo que aquéllos hicieron en bien de los demás? ¿Quién podrá decir las cosas como aquéllos las decían? ¿Quién vendrá ahora a dar rumbo a los pueblos, a enseñar a las gentes a amarse y a ser felices?
Dice el refrán que las gentes que se fueron, se fueron para siempre . Pero no pueden irse para siempre la bondad y el amor, el ideal de nobleza y el afán de servir. Hay una fuerza más fuerte que el tiempo; los altos anhelos de la Humanidad sobrevivirán a los hombres.
101- Quien más merece,
de hambre perece
Ni siquiera es necesario buscar explicación para este refrán: todos lo vemos aplicado en casos y personas.
Ahí está, para no ir tan lejos, la vaciedad, el desenfoque de los criterios del mundo. Un deportista que tiene agilidad y destreza en jugar la pelota, recibe jugosas remuneraciones. A un Médico, con días y noches entregados a la investigación científica, apenas se le arrojan unas monedillas.
Aquéllos tienen público, aplausos, resonancia, espacio en los Medios. Los otros viven agazapados, en lejanía de todos y de todo.
Unos alientan el entusiasmo, agitan las multitudes, dirigen el circo, que corresponde a la parte frívola e insustancial de la especie. Los Maestros, los Médicos, los Investigadores, abren rumbos de superación, engrandecen el desarrollo de los pueblos, dan línea a perfiles de crecimiento espiritual…

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