En su homilía, el Santo Padre reflexionó sobre las tres dimensiones de la vida: pasado, futuro y presente. Sobre la primera dimensión, pasado, señaló que “la memoria es aquello que hace fuerte a un pueblo, porque se siente enraizado en un camino, enraizado en una historia, enraizado en un pueblo”.
“La memoria nos hace comprender que no estamos solos, que somos un pueblo que tiene historia, que tiene pasado, que tiene vida. Memoria de muchos que han compartido con nosotros un camino, que están aquí”, señaló.
Sobre la segunda dimensión, futuro, explicó que está estrechamente vinculada a la esperanza. “Hoy también es un día de esperanza”, destacó. Recordó que en la segunda lectura del día se habla de “un cielo nuevo, una tierra nueva y la santa ciudad de Jerusalén nueva”.
“Esperanza de encontrarnos, esperanza de llegar a donde está el amor que nos ha creado, donde está el amor que nos espera, el amor de padre”.
Finalmente, citó la tercera dimensión, el presente, “el camino que debemos hacer, que hacemos. ¿Y cómo recorrer el camino sin equivocarnos? ¿Dónde están las luces que me ayudarán a no equivocarme de camino? ¿Cuál es el navegador que el mismo Dios nos ha dado para no equivocarme de camino? Son las bienaventuranzas que en el Evangelio Jesús nos ha enseñado”.
“Estas bienaventuranzas, la mansedumbre, la pobreza de espíritu, la justicia, la misericordia, la pureza de corazón…, son las luces que nos acompañan para no equivocarnos de camino. Ese es nuestro presente”.
El Papa terminó su homilía pidiendo al Señor “la gracia de no perder nunca la memoria, de no esconder nunca la memoria: memoria de persona, memoria de familia, memoria de pueblo. Que nos dé el don de la esperanza, porque la esperanza es un don suyo”. “
“Y que nos dé la gracia de comprender cuáles son las luces que nos acompañarán en el camino para no equivocarnos, y así llegar a donde nos esperan con tanto amor”, expresó.
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