Fabián Acosta Rico
El historiador de las religiones Mircea Elíade, en sus estudios de los fenómenos religiosos, divide la realidad en dos dimensiones: la sagrada y la profana. Bajo esta lógica, calificamos al mundo ordinario de profano; lo sagrado será, en contrapunto, todo aspecto o fenómeno de la realidad tocado por lo Divino; es decir, le asignamos la categoría de sagrado a aquello que ha sido bendecido objetiva o simbólicamente por la religión. Son las religiones las que delimitan o deslindan estas dos realidades y dictaminan que objeto, lugar, palabra o acción son sagradas. Comete sacrilegio la persona que con su proceder o actuar trasgrede o se mofa de alguna representación, figura o acción sagrada. En el pasado, las religiones tenía el respaldo del Estado para penalizar y castigar el sacrilegio y la blasfemia.
El mundo ha cambiado, ha evolucionado o retrocedido, según se quiera ver, en materia religiosa. En culturas cada vez más secularizadas, como las occidentales, ciertas élites intelectuales y artísticas reclaman su derecho a expresarse sin censura ni mordaza sobre cualquier tema incluido los religiosos pretextando que existe, al menos en las sociedades modernas o de avanzada, algo llamado libertad de expresión. La sagrada e inviolable libertad de expresión.
El incuestionado derecho a la libre manifestación de las ideas, faculta a colectivos feministas, como Femen, a profanar iglesias en Europa; y les otorga a los artistas las licencias, para elaborar y luego exhibir una escultura como la del Ronald McDonald crucificado que tanta indignación ha causado entre la minoría árabe cristiana de Israel.
El autor del llamado McJesus, es el finlandés Janei Leinonen; la sacrílega pieza se exhibe en el Museo de Arte de Haifa, desde el pasado agosto del año pasado. Sin embargo, hasta estas recientes semanas ha habido una reacción popular de indignación. Centenares de cristianos han salido a calles a protestar reclamando respeto a un símbolo sagrado como lo es el Cristo crucificado y exigiendo, también, la destrucción de la escultura del mentado McJesus.
Las protestas han sido bastante acaloradas y violentas; comenzaron con el lanzamiento de una bomba molotov contra el edificio del museo, y así han degenerado en enfrentamientos directos entre policías israelís y manifestantes cristianos.
Representantes de la iglesia cristiana de Israel elevaron su queja a un tribunal de distrito solicitando la eliminación de las piezas de exposición que resultan, a su entender, más irreverentes o sacrílegas. El ministro de cultura de Israel, Miri Regev ha respaldado la petición. El propio autor de la obra ha pedido que sea retirada; a lo que se ha opuesto el director del museo, Nissim Tal; quien explicó que hacerlo sería un grave atentado a la libertad de expresión; añadió, además, que la obra pretende ejemplificar el culto al capitalismo como rasgo de la sociedad actual.
Ciertas naciones experimentan el resurgimiento de las religiones; estas recuperan fuerza, presencia e influencia; a la par, siguen totalmente vigentes los derechos de expresión tanto artísticos como intelectuales; más que nunca se requiere de una sensibilidad cultural muy fina y precisa, bien para armonizar y conciliar estas dos tendencias culturales que, casi por inercia, tienden a contrapuntearse. Hay que buscar la conciliación entre los sagrado y lo profano; entre la libertad de pensamiento y expresión y el respeto a las ideas y creencias ajenas.

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