Griselda Mutual –Ciudad del Vaticano
Uno de los países de América Latina que ha sido sacudido por el escándalo de los abusos es Costa Rica. Mons. Gabriel Montero Umaña, representante de la Conferencia Episcopal del país, presenta la realidad de la región: “tenemos varios casos que han sucedido y que nos han obligado a hacernos cada día más conscientes de este problema”. El prelado observa la problemática extendida a nivel mundial, no sólo a nivel eclesial sino también social, y señala los caminos que han emprendido en su país:
“Enviamos el protocolo a Roma en 2015, que nos reenviaron con correcciones. Las hicimos y volvimos a mandarlo, y parece que está aprobado”.
Es un protocolo, dice, “que no estoy seguro que siempre se haya observado” porque ahora “tenemos un acusación a una diócesis de encubrimiento”. Algo que “quiere decir que en algún otro momento posiblemente el protocolo no se observó de forma completa”, apunta. “Estamos tratando de aplicarlo lo mejor posible”.
«En buena parte somos la causa de los prejuicios en nuestra contra»
Tras señalar que no han sido tantos los casos que han habido, el prelado indica que, sin embargo, en una diócesis actualmente hay un caso “bastante grave, en donde hay acusaciones hechas a nivel civil, y desde luego a nivel canónico”. En este sentido habla del revuelo causado en el país por este motivo, porque la gente “con toda razón está muy sensible”, y añade:
“Están especialmente sensibles los medios de comunicación social, sobre todo cuando ya tienen un cierto prejuicio acerca de la Iglesia. Y ese prejuicio lo hemos causado en buena parte de nosotros mismos”.
Si bien la situación actual es “bastante difícil y confusa”, dice el Obispo, “creo que hemos ido llevando adelante este problema de los abusos con mucho cuidado, con mucha prudencia”. “En los años más recientes creo que no hay casos de encubrimiento”, estima.
«Importante hacer comprender que no hay que juzgar la Iglesia toda»
En esta situación, el prelado reflexiona acerca del quehacer para recuperar la confianza del resto del pueblo de Dios en el clero: “Me parece muy importante ayudarles a comprender que no se trata de juzgar al conjunto de la Iglesia como Pueblo de Dios y como Cuerpo de Cristo”, sino “juzgarle por situaciones concretas que son muy dolorosas y muy vergonzosas pero que no se pueden aplicar al total de la Iglesia”.
Si bien señala “una tendencia generalizada” en algunos medios de comunicación social y algunos grupos interesados en hacer aparecer estos escándalos como “el fin de la Iglesia o el fracaso de la misma”, hay que “hacer valorar a los fieles todo en la justa medida”: “no debería ser motivo para que nadie pierda la fe, como no debiera ser motivo para perder la fe en los doctores, el que haya un doctor, o varios o muchos que cometen errores”, observa.
«Quitar las máscaras»
Pero Mons. Montero Umaña, tras esto, habla escueta y firmemente de cuál es, según él, la “mejor” manera para recuperar la confianza de los fieles y la credibilidad de la Iglesia:
“Es viviendo nosotros nuestro propio ministerio y dando el ejemplo que debemos dar: quitemos muchas falsas caras que hemos tenido en el pasado. […] Yo diría que en la iglesia misma se han usado máscaras para presentar imágenes distorsionadas y hasta falsas de la misma Iglesia: había en el Pueblo de Dios una idea tan sacralizada del clero[…]y nosotros los clérigos ayudamos a crear esa imagen exageradamente sacralizada. En la medida en que nos presentemos más como seres humanos ante el pueblo, que vivamos más cerca de nuestro pueblo, que quitemos las máscaras que antes nos cubrían, que nosotros como que hemos tratado de defender, nos ayudará a ganar la confianza del pueblo”.
«Clericalismo contribuyó a que nos sintiéramos por encima de la gente y de la ley»
En los grupos lingüísticos se han abordado día tras día los temas de la responsabilidad, la rendición de cuentas y la transparencia, en ese orden. En relación a estas últimas el obispo pondera que “está muy relacionado con lo que decíamos antes”, “esa imagen – dice - de una iglesia o de un clero demasiado sacralizado, demasiado casi ‘inflado’ en el sentido de la santidad, una santidad que cierto viene de Jesucristo, pero que no siempre está en nosotros, y que contribuyó a que nosotros nos sintiéramos por encima de la gente, del resto del Pueblo de Dios, por encima de la ley civil. Me parece muy claro que en muchos de estos abusos de niños, el clero, dentro de un fuerte clericalismo, llegó a sentirse por encima de la ley, como si nosotros no tuviéramos la obligación de observar la ley civil, y a veces - lamenta - ni siquiera la ley eclesiástica”.
“Me parece que se va a ganar mucho el día en que nosotros, obispos, sacerdotes, nos veamos obligados a rendir cuenta de nuestra vida, y a rendir cuenta también de nuestro ministerio, igual que a rendir cuentas de la asunto económico”, dice. “Hay parroquias y párrocos que no tienen idea de que tienen la obligación de rendir cuentas a su pueblo de los dineros que reciben de la gente”.
«No al secretismo, involucrar a todo el pueblo de Dios»
Por ello en la búsqueda de la transparencia máxima, Mons. Montero recuerda con palabras suyas, lo dicho por una de las exponentes en el curso de las asambleas, la Dra. Ghisoni, en relación a la rendición de cuentas:
“En la medida que involucremos al pueblo de Dios, en que los mismos laicos estén presentes en todas las acciones de la iglesia, y nos vayan siguiendo y nos vayamos acompañando todos, ya estamos rindiendo cuentas de lo que somos o tenemos, y se está quitando bastante secretismo del pasado que no ayudaba para nada y que lo único que hace es despertar sospechas. Creo que valiéndonos de los expertos que tenemos en economía, en cuestiones civiles y todo lo demás, laicos muy bien formados también teológicamente, en la medida que ellos conozcan la vida de la Iglesia desde el interno, ellos podrán mucho más ser testimonios tanto de lo malo que hacemos desafortunadamente, como también de todo bueno que hay en esa misma Iglesia», concluye.
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