“¿Oye eso, señor Rivera?”, ironizaba el presidente en funciones, Pedro Sánchez, en su 'respuesta' a la primera intervención de Santiago Abascal en el Congreso. “Es la ultraderecha”.
El problema de simplicar e infantilizar el discurso público más y más cada año es que la capacidad de argumentación del ciudadano medio se ha reducido al mínimo, por debajo del nivel de guardería, y ahora ni siquiera es necesaria una consigna sencillita, una frase como para tontos, sin subordinadas. Basta una etiqueta: ultraderecha.
El nivel, cuando se conocen los códigos que rigen la comunicación hoy, es exactamente el mismo -no equivalente, el mismo- que decir “malo”. El presidente ha respondido al líder de un partido político que ha obtenido, en una dificilísima campaña a contrapelo, el respaldo de casi tres millones de electores, llamándole “malo”. Y ya. Sin responder a nada de lo que dijo, absolutamente a nada, con un 'discurso' (?) que llevaba escrito y en el que se cubrió de ridículo tachan de 'clasista' un discurso centrado en los olvidados y los trabajadores.
Ese es el error de Abascal, es decir, el error sobre Abascal, sobre Vox. El error en el que cae quizá un mayoría de españoles, en el que Sánchez y Rivera y Casado e Iglesias, todos unidos en esto, quieren que caigan: pretender que Vox es un partido 'peligroso', por 'extremista'.
Y ahí está lo gracioso, y ahí está la prueba de ese trance hipnótico en el que parecen haber caído hasta los mejores, hasta los más brillantes; el que indica que la presión social, machacona, nos acaba afectando a casi todos, porque no vivimos en una celda monacal. Porque Vox, lejos de ser extremista, es el único moderado de toda esa caterva que se sienta en el hemiciclo.
No digo que Vox no pueda ejercer una irresistible atracción en los ultras, en los fachas de verdad, en la verdadera extrema derecha. Tenía que ser así; ¿por qué iban a ser ellos los únicos en descreer de la propaganda? Por lo demás, ¿hay algún otro grupo donde se pueda desplegar con normalidad los símbolos nacionales?
Pero si se acercan creyendo que Vox es un partido ultra, se equivocan totalmente. Vox, repito, es moderado, casi irritantemente moderado. Si un partido se presenta hace unas décadas a las elecciones con el mismo programa, sin cambiar una coma, no hubiera llamado la atención de nadie. Y, por supuesto, no se le hubiera sometido a ningún cordón sanitario y se le llamaría ultra o facha en el mismo sentido en que la izquierda lleva llamando ultra y facha a todo lo que se mueve a su derecha. ¿Ya nos hemos olvidado de 'Falangito' Rivera? Rivera, Cielos Santos, que no hay causa progre que no le tire.
'Ultraderecha' es un título vacío, un significante que no significa, que no hace referencia a nada real. Esa 'fascistada' con la que sueñan Iglesias y los suyos es ficción. Como realidad, son los mayores pringados del mundo, inadaptados en su mayoría que lo mismo podían estar en la Joven Guardia Roja o en un club satanista. Da igual. No cuentan, no pesan, no tienen ni la más remota influencia social o política. Son solo el coco.
No, el verdadero extremismo viste traje de chaqueta y todo el mundo lo toma muy en serio y habla de 'diálogo' y de 'tolerancia' en tonos pausados, al tiempo que defiende las ideas más extremas y disparatadas que se hayan propuesto jamás desde un partido político.
No, en serio, salgan un momento del trance, intenten escapar del peso de las consignas, hagan un esfuerzo por elevarse y mirar las cosas de manera objetiva, como desde fuera. Podemos empezar por donde ustedes quieran.
¿Empezamos por la ideología de género? Pues venga. Esta gente que nos gobiernan, todos, hasta el último, son capaces de negar lo que ven sus ojos e incluso obligarnos a todos por ley que lo neguemos, y si un tipo dice en cualquier momento, sin alteración médica alguna, sin certificación de nadie, sencillamente por su propio capricho, que es una mujer, ellos van a jurar solemnemente que es una mujer. ¿No es esto extremo, loco, en realidad? ¿En qué otro aspecto de la vida social, de la realidad jurídica, basta la mera declaración de alguien de que es algo que tiene enormes consecuencias legales y sociales para que sea así?
¿Hablamos de familia, de natalidad? España ha alcanzado por abajo su récord. Las españolas no tienen hijos. Fin. Los seres humanos no caemos, como la fruta, de los árboles, con lo que si un pueblo -o una familia, tanto me da- no tiene hijos, ese pueblo está condenado a desaparecer. No es dífícil, es aritmética básica. Hasta yo la entiendo.
Así, si todos estos son los representantes del pueblo español, nada les debería alarmar más que la desaparición del pueblo español, ¿no? Y, a corto y medio plazo, su envejecimiento. ¿Estoy diciendo algo absurdo o es perfectamente razonable?
Pues bien, ¿cuándo han oído a algún partido alertar de este asunto? ¿Qué comisiones hay estudiando el problema, qué medidas de urgencias se han debatido? Ninguna. No solo: todo lo que puede hacer más difícil casarse y tener hijos se recibe con regocijo, como un nuevo 'avance social'. El aborto no está meramente permitido: se aplaude, se celebra. Como se reparten preservativos a la menor ocasión, con nuestro dinero, o no tratamos meramente a los homosexuales como personas con el perfecto derecho a llevar su vida íntima como les dé la gana, sino que se ven obligados a hacerles la ola, a hacer llover millones sobre sus grupos de presión y a dejarles que 'conciencien' a nuestros hijos. Los niveles salariales en los jóvenes son miserables para formar una familia, y se mantienen bajos gracias, entre otras cosas, a un mecanismo para ampliar constantemente la masa laboral: la inmigración masiva.
Y ese es otro terreno en el que nuestro espectro parlamentario demuestra hasta qué punto ha enloquecido: hasta el punto de jalear la vulneración de la ley. ¿No es eso lo más extremo que han oído jamás, que los mismo tipos que elaboran y aprueban las leyes consideren 'extremo' exigir que se cumplan? ¿No les parece el colmo del absurdo unos tipos diseñando unos trámites más o menos engorrosos, más o menos complejos, para residir legalmente en España, premiando a quienes se saltan alegremente dichos trámites? Por no hablar, por supuesto, de que así están estimulando una mortal gynkhana a través de selvas, desiertos y mares en manos de traficantes de personas? No sé ustedes, pero a mí esto me parece extremísimo. Una verdadera locura.
Podría seguir y seguir, porque está todo a la vista y todos lo conocemos. Es solo que, inmersos en el disparate, hemos dejado de verlo, y por pura saturación nos parece cordura la insania. Pero no lo es, no lo será nunca. Y Vox es, por ahora, un partido muy normalito y democrático que quiere llamar la atención, al menos, sobre los casos más graves de la psicopatía de masas en que vivimos.
La entrada El error fatal de Abascal se publicó primero en Actuall.
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