Renato Martinez – Ciudad del Vaticano
“Hoy reflexionamos sobre algunos problemas que surgieron dentro de la primera comunidad cristiana. Las diferencias de cultura y sensibilidad fueron caldo de cultivo para la cizaña de la murmuración y los apóstoles respondieron individuando las dificultades y buscando juntos soluciones. Distribuyeron las tareas de modo que ni la predicación del Evangelio ni la atención a los pobres se vieran mermadas, y nació así el ministerio de los diáconos que devolvió la armonía entre el servicio de la caridad y de la Palabra”, lo dijo el Papa Francisco en la Audiencia General del último miércoles de septiembre de 2019, continuando con su ciclo de catequesis sobre la evangelización a partir del Libro de los Hechos de los Apóstoles, como preparación para el Mes Misionero Extraordinario del mes de octubre.
Armonizar las diferencias
En su catequesis, el Santo Padre recordó como a través del libro de los Hechos de los Apóstoles, estamos siguiendo el viaje del Evangelio en el mundo. San Lucas, con gran realismo, muestra tanto la fecundidad de este viaje como la aparición de algunos problemas en la comunidad cristiana, ya que los problemas – precisó el Papa – han existido desde el inicio, sobre todo en el intento de armonizar las diferencias que coexisten dentro de la comunidad cristiana sin contrastes ni divisiones.
La cizaña de la murmuración
En este sentido, el Papa Francisco señaló que es importante recordar que la comunidad no sólo acogía a los judíos, sino también a los griegos, gente de la diáspora, no judíos, con su propia cultura y sensibilidad, incluso de otras religiones. Nosotros hoy los llamamos “paganos”. Y ellos eran acogidos. Esta co-presencia determinaba equilibrios frágiles y precarios; y ante las dificultades surge la “cizaña”, y el Pontífice se pregunta: ¿cuál es la peor cizaña que destruye una comunidad? La cizaña de la murmuración, la cizaña de la habladuría: los griegos murmuraban por la desatención de la comunidad hacia sus viudas.
El servicio a la Palabra y la caridad
Para hacer frente a esta situación, precisó el Papa, los Apóstoles inician un proceso de discernimiento que consiste en considerar bien las dificultades y buscar juntos soluciones. Así, encuentran una salida en el subdividir las diversas tareas para un crecimiento sereno de todo el cuerpo eclesial y evitar descuidar tanto el “camino” del Evangelio como el cuidado de los miembros más pobres. “Los Apóstoles – subrayó el Obispo de Roma – son cada vez más conscientes de que su vocación principal es la oración y predicar la Palabra de Dios, ambas: orar y anunciar el Evangelio”. Los diáconos, afirmó el Papa, fueron creados para esto, para el servicio. Los diáconos en la iglesia no son sacerdotes de segunda clase, no. Es otra cosa. Es el custodio del servicio en la Iglesia. Y es precisamente esta armonía entre el servicio a la Palabra y el servicio a la caridad representa la levadura que hace crecer el cuerpo eclesial.
El cáncer diabólico de la murmuración
El Santo Padre hablando en nuestro idioma agregó que, “el mal de la murmuración no sólo se encontraba dentro de la Iglesia, sino también fuera se alzaban reproches contra los nuevos diáconos, entre los que destacaban Felipe y Esteban. Los enemigos de este último, no teniendo cómo atacarle, lo calumniaron y dieron falso testimonio contra él. Este cáncer diabólico que es la murmuración, que nace de la voluntad de destruir la reputación de una persona, agrede al cuerpo eclesial y lo daña gravemente”.
Esteban ante el Sanedrín fue testigo de Cristo
Por ello, cuando conducen a Estaban ante las autoridades, como habían hecho con Jesús y con todos los mártires, señaló el Pontífice, él propone una relectura de la historia sagrada centrada en Cristo. “Esteban ante el Sanedrín fue testigo de Cristo, quien ilumina toda la historia de la salvación, y denunció la hipocresía de quienes han perseguido siempre a los profetas enviados por Dios y crucificaron a su propio Hijo. El tribunal decretó su muerte y, como otro Cristo, Esteban la afrontó abandonándose en las manos de Jesús y perdonando a sus agresores”.
Los mártires, los verdaderos vencedores
Las palabras de Esteban, afirmó el Santo Padre, nos enseñan que no son los bonitos discursos los que revelan nuestra identidad como hijos de Dios, sino sólo el abandono de la propia vida en las manos del Padre y el perdón para aquellos que nos ofenden nos hacen ver la calidad de nuestra fe. “La Iglesia de hoy es rica en mártires, hoy hay más mártires que al inicio de la Iglesia, la Iglesia esta irrigada por su sangre que es ‘semilla de nuevos cristianos’ y asegura el crecimiento y la fecundidad del Pueblo de Dios. Los mártires no son ‘santitos’, sino hombres y mujeres de carne y hueso que -como dice el Apocalipsis- ‘lavaron sus vestidos, blanqueándolos en la sangre del Cordero’. Ellos son los verdaderos vencedores”.
Demos testimonio con plena libertad y sin miedo
Antes de concluir su catequesis, el Papa Francisco saludó cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y de Latinoamérica. “Saludo a los miembros de Renova presentes en Roma durante esta semana para presentar sus trabajos en los Dicasterios. Pidamos de forma constante la fuerza del Espíritu Santo para poder dar la vida cotidianamente, testimoniando hasta el final el amor de Dios con plena libertad y sin miedo, como lo han hecho tantos mártires en la historia y lo siguen haciendo tantos hermanos nuestros todavía hoy”.
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