Vísperas – JUEVES III SEMANA DE PASCUA 2020

Jueves, 30 de abril de 2020

  1. Dios mío, ven en mi auxilio.
  2. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno 1

Nuestra Pascua inmolada, aleluya,

es Cristo el Señor, aleluya, aleluya.

Pascua sagrada, ¡oh fiesta universal!,

el mundo renovado

canta un himno a su Señor.

Pascua sagrada, ¡victoria de la cruz!

La muerte, derrotada,

ha perdido su aguijón.

Pascua sagrada,

¡oh noche bautismal!

Del seno de las aguas

renacemos al Señor.

Pascua sagrada, ¡eterna novedad!

Dejad al hombre viejo,

revestíos del Señor.

Pascua sagrada. La sala del festín

se llena de invitados

que celebran al Señor.

Pascua sagrada, ¡Cantemos al Señor!

Vivamos la alegría

dada a luz en el dolor.

Salmodia

Antífona 1: El Señor Dios le ha dado el trono de David, su padre. Aleluya.

 

Salmo 131,1-10

 

Promesas a la casa de David

 

El Señor Dios le dará el trono de David, su padre. (Lc 1,32)

Señor, tenle en cuenta a David

todos sus afanes:

cómo juró al Señor

e hizo voto al Fuerte de Jacob:

«No entraré bajo el techo de mi casa,

no subiré al lecho de mi descanso,

no daré sueño a mis ojos,

ni reposo a mis párpados,

hasta que encuentre un lugar para el Señor,

una morada para el Fuerte de Jacob.»

Oímos que estaba en Efrata,

la encontramos en el Soto de Jaar:

entremos en su morada,

postrémonos ante el estrado de sus pies.

Levántate, Señor, ven a tu mansión,

ven con el arca de tu poder:

que tus sacerdotes se vistan de gala,

que tus fieles vitoreen.

Por amor a tu siervo David,

no niegues audiencia a tu Ungido.

Antífona 2: Jesucristo es el único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores. Aleluya.

 

Salmo 131,11-18

El Señor ha jurado a David

una promesa que no retractará:

«A uno de tu linaje

pondré sobre tu trono.

Si tus hijos guardan mi alianza

y los mandatos que les enseño,

también sus hijos, por siempre,

se sentarán sobre tu trono.»

Porque el Señor ha elegido a Sión,

ha deseado vivir en ella:

«Ésta es mi mansión por siempre,

aquí viviré, porque la deseo.

Bendeciré sus provisiones,

a sus pobres los saciaré de pan,

vestiré a sus sacerdotes de gala,

y sus fieles aclamarán con vítores.

Haré germinar el vigor de David,

enciendo una lámpara para mi Ungido.

A sus enemigos los vestiré de ignominia,

sobre él brillará mi diadema.»

Antífona 3: ¿Quién como tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, terrible entre los santos? Aleluya.

 

Ap 11, 17-18;12,10b-12a

 

El juicio de Dios

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,

el que eres y el que eras,

porque has asumido el gran poder

y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,

llegó tu cólera,

y el tiempo de que sean juzgados los muertos,

y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,

y a los santos y a los que temen tu nombre,

y a los pequeños y a los grandes,

y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,

y el reinado de nuestro Dios,

y la potestad de su Cristo;

porque fue precipitado

el acusador de nuestros hermanos,

el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero

y por la palabra del testimonio que dieron,

y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.

Por esto, estad alegres, cielos,

y los que moráis en sus tiendas.

Lectura Breve

1 Pe 3, 18. 22

Cristo murió una sola vez por nuestros pecados, siendo justo murió por nosotros los

injustos, para llevarnos a Dios. Fue entregado a la muerte según la carne, pero fue resucitado según el Espíritu. Él, después de subir al cielo está a la diestra de Dios y le están sometidos los ángeles, las dominaciones y las potestades.

Responsorio Breve

  1. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
  2. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
  3. Al ver al Señor.
  4. Aleluya, aleluya.
  5. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
  6. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.

Canto Evangélico

Antífona: Yo soy el pan vivo bajado del cielo; todo el que coma de este pan vivirá eternamente; y el pan que yo voy a dar es mi carne ofrecida por la vida del mundo. Aleluya.

 

Magníficat Lc 1, 46-55

 

Alegría del alma en el Señor

Proclama mi alma la grandeza del Señor,

se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;

porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,

porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:

su nombre es santo,

y su misericordia llega a sus fieles

de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:

dispersa a los soberbios de corazón,

derriba del trono a los poderosos

y enaltece a los humildes,

a los hambrientos los colma de bienes

y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,

acordándose de la misericordia

—como lo había prometido a nuestros padres—

en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Preces

Glorifiquemos a Cristo, resucitado de entre los muertos como primicia de los que se han dormido, y supliquémosle, diciendo: Tú que has resucitado de entre los muertos, escucha, Señor, nuestra oración. Acuérdate, Señor, de tu Iglesia santa, edificada sobre el cimiento de los apóstoles y extendida hasta los confines del mundo,

— que tus bendiciones abundantes se derramen sobre cuántos creen en ti.

Tú, Señor, que eres el médico de nuestros cuerpos y de nuestras almas,

— visítanos con tu amor y sálvanos.

Tú que experimentaste los dolores de la cruz y ahora estás lleno de gloria,

— levanta y consuela a los enfermos y líbralos de sus sufrimientos.

Tú que anunciaste la resurrección a los que yacían en las tinieblas del abismo,

— libra a los prisioneros y oprimidos y da pan a los hambrientos.

Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.

Tú, Señor, que en la cruz destruiste nuestra muerte y mereciste para todos el don de la inmortalidad,

— concede a nuestros hermanos difuntos la vida nueva de tu reino.

Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:

Padre Nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo,

santificado sea tu nombre,

venga tu reino,

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día,

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en tentación,

y líbranos del mal.

Oración

Dios todopoderoso y eterno, que en estos días de Pascua nos has revelado más

claramente tu amor y nos has permitido conocerlo con más profundidad, concede a

quienes has librado de las tinieblas del error adherirse con firmeza a las enseñanzas de tu verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

  1. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
  2. Amén.

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