El Santo Padre recordó los sufrimientos de Ucrania, que se encuentra inmersa en una grave crisis política y de convivencia después de años de guerra.
“Comprendo que, mientras estáis aquí, el corazón palpita por vuestro país, y palpita no solo de afecto, sino también de angustia, sobre todo por el flagelo de la guerra y por las dificultades económicas”, dijo a los fieles ucranianos presentes.
“Estoy aquí para deciros que permanezco cercano: cercano con el corazón, cercano con la oración, cercano cuando celebro la Eucaristía. Suplico al Príncipe de la Paz que silencia las armas. Le pido también que no tengáis nunca más necesidad de hacer sacrificios enormes para mantener a vuestros seres queridos. Rezo para que en los corazones de cada uno no se apague la esperanza, sino que se renueve el afán de seguir adelante, de recomenzar siempre”, concluyó.
El Santo Padre agradeció a la Comunidad Greco-Católica Ucraniana “por vuestra acogida hoy y por la fidelidad de siempre, fidelidad a Dios y al sucesor de Pedro”.
Además, tuvo palabras de recuerdo para tres figuras importantes ya fallecidas de esta comunidad: el Cardenal Slipyj, constructor de la basílica; el Obispo Chmil, de quien Francisco dijo que fue una persona “que me ha hecho mucho bien (…) cuando de joven asistía a su Misa”; y por último el Cardenal Husar, “que no sólo era padre y cabeza de vuestra Iglesia, sino guía y hermano de la mayoría de vosotros.
“Estos testimonios del pasado están abiertos al futuro de Dios y, por ello, ofrecen esperanza al presente. Algunos entre vosotros tuvisteis la gracia de conocerlos. Cuando cruzáis el umbral de este templo, recordad, haced memoria de los padres y de las madres en la fe, porque son la base que nos sostienen”.
Francisco se refirió también al lema pastoral de la Comunidad Greco-Católica Ucraniana de todo el mundo: “La parroquia viva es el lugar de encuentro con Cristo vivo”.
De este lema, el Papa quiso destacar dos palabras “encuentro” y “viviente”. De la primera de ellas, “encuentro”, dijo que “la Iglesia es encuentro, es el lugar para sanar la soledad, donde vencer la tentación de aislarse y de cerrarse, donde sacar fuerza para superar los obstáculos de uno mismo”.
“La comunidad es, por lo tanto, el lugar donde compartir las alegrías y las fatigas, donde llevar los pesos del corazón, las insatisfacciones de la vida y la nostalgia de casa. Aquí Dios os espera para hacer siempre más segura vuestra esperanza, porque cuando se produce el encuentro con el Señor todo resulta atravesado por su esperanza”.
La segunda palabra sobre la que reflexionó Francisco fue “viviente”. “Jesús es el viviente, ha resucitado y está vivo, y así lo encontramos en la Iglesia, en la Liturgia, en la Palabra”.
Explicó que “la parroquia no es un museo de recuerdos del pasado, o un símbolo de presencia en el territorio, sino que es el corazón de la misión de la Iglesia, donde se recibe y se comparte la vida nueva, esa vida que derrota al pecado, a la muerte, a la tristeza, a toda tristeza, y que mantiene joven el corazón”.
Por último, Francisco también dirigió unas palabras de reconocimiento “a tantas mujeres que, en vuestra comunidad, son apóstoles de caridad y de fe. Sois muy valiosas y lleváis a muchas familias italianas el anuncio de Dios del mejor de los modos, cuando con vuestro servicio cuidáis de las personas por medio de una presencia prudente y no invasiva”.
A ellas, el Papa les invito a “considerar vuestro trabajo, fatigoso y con frecuencia poco reconocido, no solo como una tarea, sino como una misión”.
El Papa recordó que, en los momentos históricos de mayor dificultad de Ucrania, fueron las mujeres las que hicieron posible la transmisión de la fe: “Las mujeres ucranianas son heroicas”, aseguró.
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— ACI Prensa (@aciprensa) 9 de noviembre de 2017
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