En 2018, la Iglesia dedica su atención a los jóvenes como preparación rumbo a la XV Asamblea General Ordinaria: “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional” que, por iniciativa del papa Francisco, se realizará en octubre próximo.
En la actualidad, ser joven significa, más que nunca, percibir la realidad de una manera mucho más compleja. Hoy se cuenta con un bagaje de información nunca antes visto, con grandes posibilidades de crecimiento pero también de ser embestidos por el materialismo, consumismo, adicciones, y pérdida del sentido de la propia vida.
Y aunque el acercamiento de los jóvenes a la Iglesia ha disminuido, la calidad de su participación es más intensa, manifestando que existe un verdadero potencial presente en los jóvenes que viven su fe en las comunidades y en los procesos eclesiales, por lo que buscar las formas y modos de fomentar procesos para una comunicación más cercana con ellos debe ser una prioridad en la pastoral diocesana, ampliando las alternativas en las que pueden participar, más allá de los coros o eventos parroquiales.
Una tarea a cumplir es que los jóvenes comprendan afectiva y efectivamente el significado del servicio al prójimo como parte de la esencia de ser católico.
Pero para que eso sea efectivo debe tomarse en cuenta que “acompañar a los jóvenes exige salir de los propios esquemas preconfeccionados, encontrándolos allí donde están, adecuándose a sus tiempos y a sus ritmos; significa también tomarlos en serio en su dificultad para descifrar la realidad en la que viven y para transformar un anuncio recibido en gestos y palabras, en el esfuerzo cotidiano por construir la propia historia y en la búsqueda más o menos consciente de un sentido para sus vidas”. ¡Qué complicado, si en la Iglesia no tenemos gente joven, preparada, convencida y con ganas de acercarse a sus iguales con firmeza!
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