El domingo 20 de mayo, Solemnidad de Pentecostés, la Iglesia de Guadalajara celebra la Ordenación de 35 nuevos sacerdotes que se suman al Presbiterio de la Arquidiócesis y 14 nuevos diáconos; todos dispuestos a entregar su vida al servicio de Dios y de la feligresía de esta Iglesia local. La Celebración Eucarística se llevará a cabo en el Santuario de los Mártires de Cristo a las 10 horas; el consagrante será el Cardenal José Francisco Robles Ortega, Arzobispo Metropolitano.
Gabriela Ceja / Rebeca Ortega
“Me arrodillé consciente de mi nada y me levanté sacerdote para siempre”
San Juan María Vianney
El día de hoy, 35 jóvenes darán el ‘Sí’ a Dios y recibirán el Sagrado Orden del Presbiterado; Sacramento que, por la imposición de las manos del obispo consagrante, y sus palabras, hace sacerdotes a los hombres bautizados; y les da el poder para perdonar los pecados y convertir el pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.
Consta expresamente en la Sagrada Escritura que Jesucristo hizo de los Apóstoles una elección especial: “Subió a un monte y llamando a los que quiso, vinieron a Él, y designó a doce para que le acompañaran y para enviarlos a predicar” (Mc. 3,13-15); “No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes” (Jn. 15,16). Al elegirlos les confió una misión y les dio unos poderes particulares; en concreto:
Poder de perdonar los pecados: “A quienes ustedes perdonen los pecados les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonen les quedarán sin perdonar” (Jn. 20,23; Mt. 16,19).
Poder de administrar los demás Sacramentos y de predicar la Palabra de Dios: “Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones y háganlas mis discípulos, bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; y enséñenles a obedecer todo cuanto les he mandado a ustedes” (Mt. 28,19-20); “Como mi Padre me envió, así yo los envío a ustedes” (Jn. 20,21).
Poder sobre el Cuerpo real de Cristo, para renovar incruentamente el sacrificio de la Cruz, hasta el fin de los siglos (Lc. 22,19; 1Cor. 11,23-25). Éste es el principal poder que reciben los presbíteros, pues el sacerdocio se ordena primariamente al sacrificio.
Estos poderes fueron dados por el Señor a sus Apóstoles con una finalidad: continuar su misión redentora hasta el fin de los siglos (Mt. 28,20; Jn. 17,18).
En la ordenación de presbíteros, son las palabras de la oración que el obispo dice después de que el ordenado ha recibido la imposición de las manos. Las esenciales son: “Te pedimos, Padre Todoporoderoso, que confieras a estos siervos tuyos la dignidad del presbiterado; renueva en sus corazones el Espíritu de santidad; reciban de Tí el sacerdocio de segundo grado y sean, con su conducta, ejemplo de vida” (Ritual de Ordenación de Presbíteros).
El Sacramento del Orden Sacerdotal aumenta la Gracia santificante; otorga, además, la Gracia sacramental; es decir, la ayuda sobrenatural necesaria para poder ejercer debidamente las funciones correspondientes al grado recibido.
Durante el rito de ordenación, los candidatos serán revestidos, con las vestiduras propias del sacerdote: alba, estola y casulla; el ornamento se coloca con ayuda de sus papás o tutores y padrinos.
Primer grado del Orden
Además, el 20 de mayo, 14 seminaristas diocesanos serán ordenados diáconos, primer grado del Orden Sacerdotal. De acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica, el ministerio eclesiástico, instituido por Dios, está ejercido en diversos órdenes que ya desde antiguo reciben los nombres de Obispos, Presbíteros y Diáconos. Los Diáconos participan de una manera especial en la Misión y la Gracia de Cristo. El Sacramento del Orden los marca con un sello (carácter) que nadie puede hacer desaparecer y que los configura con Cristo, que se hizo “Diácono” es decir, el “servidor de todos”.
En el rito de la ordenación Diaconal, después de la imposición de manos por parte del obispo a cada uno de los ordenandos, los candidatos son revestidos con la indumentaria propia del diácono: estola cruzada (de hombro izquierdo hacia el derecho, en forma descendente) y dalmática.
Entre las funciones del Diácono se encuentran: Asistir al obispo y al presbítero, administrar solemnemente el Bautismo, reservar y distribuir la Eucaristía, llevar el viático a los enfermos, leer la Sagrada Escritura a los fieles, enseñar y exhortar al pueblo, presidir el culto y la oración de los fieles y dedicarse a los oficios de caridad y administración. (Con información de Catholic.net).
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