La mañana del domingo 20 de mayo recibieron el primer grado del sacerdocio 14 nuevos diáconos, y el segundo grado, el presbiterado, 34 nuevos sacerdotes; 12 mil personas se hicieron presentes en el recinto para ser testigos del recibimiento de este don para nuestra Iglesia.
Redacción ArquiMedios
Con la alegría de la fiesta de Pentecostés y con la fe puesta en Dios que derrama sus dones mediante el Espíritu Santo, como cada año la Arquidiócesis de Guadalajara celebró ordenaciones diaconales y presbiterales.
En esta ocasión la cita fue, por tercera vez, en la asamblea principal del Santuario de los Mártires. La ceremonia inició puntualmente a las 10 de la mañana y fue presidida por el señor Cardenal José Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Guadalajara. Le acompañaron además, Mons. Juan Manuel Muñoz Curiel, Mons. Engelberto Polino Sánchez y Mons. Héctor Alvarado, Obispos Auxiliares, además de Don Juan Humberto Gutiérrez Valencia, Obispo Auxiliar emérito de Guadalajara, Mons. Javier Navarro Rodríguez, Obispo de Zamora; Mons. José Francisco González González, Obispo de Campeche, y Mons. José Luis Chávez Botello, Obispo de Antequera, Oaxaca; y cerca de 60 Sacerdotes, todos ellos originarios de esta Iglesia de Guadalajara.
En presencia del Espíritu Santo
Después de la liturgia, los ordenandos fueron llamados y presentados al presidente de la asamblea por el Pbro. J. Guadalupe Miranda Martínez, Vicerrector del Seminario de Guadalajara. Luego vino la predicación de la homilía en la que el señor Cardenal, dando lectura al ritual, explicó a quienes serían ordenados diáconos que son consagrados para anunciar el Evangelio y celebrar el culto divino.
Señaló que, con el auxilio de Dios, deben trabajar de tal modo de que reconozcamos en ellos a los discípulos verdaderos de quien no vino a ser servido sino a servir. “El Señor les dio el ejemplo”.
Pidió también que en su condición de Diáconos, servidores, se desempeñen con amor y alegría tanto a Dios como a los hombres. Al acceder libremente al orden del diaconado también deben dar testimonio del bien, llenos del Espíritu Santo.
Les pidió que vivan observando su celibato, pues de esta manera les resultará más fácil consagrarse al servicio de Dios y de los hombres, sin dividir su corazón. Muéstrense sin mancha. “Tendrán por raíz y cimiento la fe”.
“No se dejen arrancar la esperanza del Evangelio al que deben escuchar y servir. Muestren en sus obras la Palabra que proclaman para que el pueblo sea oblación agradable a Dios”, dijo.
Imitadores de Cristo
Luego tocó el turno a los presbíteros a quienes recordó que: “Deben realizar la función de enseñar en nombre de Cristo la Palabra de Dios que han recibido con alegría”, refirió el señor Cardenal.
“Que su enseñanza sea alimento para el pueblo de Dios. Que con su ejemplo se vaya edificando la casa santa que es la Iglesia de Dios. Dense cuenta de lo que hacen e imiten lo que conmemoran, hagan morir en ustedes el mal y procuren caminar en una vida nueva”, añadió el Cardenal Robles, quien dijo que están llamados a santificar en nombre de Dios y los llamó a procurar caminar en una vida nueva.
“Recuerden que han sido escogidos entre los hombres y puestos al servicio de ellos para realizar las cosas de Dios”. Finalmente, el señor Cardenal pidió que “no busquen el interés propio sino el de Jesucristo, al ejercer el ministerio que les corresponde de pastor y bajo la dirección de su Obispo conduzcan a su rebaño. Esfuércense por reunir a los fieles en una sola familia para que puedan conducirlos al Padre”, concluyó.
Nuevos sacerdotes y diáconos
Luego, siguiendo el rito de la ordenación, los que serían ordenados diáconos primero, y posteriormente los presbíteros, manifestaron su voluntad de recibir el primer grado del sacerdocio e hicieron sus promesas de obediencia al Obispo y del celibato.
Posteriormente, todos se postraron en el suelo y se cantó la letanía de los santos. Como acto seguido, se impusieron las manos a los diáconos, se hizo la oración de consagración y fueron revestidos.
Posteriormente, se impusieron a los presbíteros las manos y se hizo también la oración consecratoria para imprimir carácter, es decir, el sello del Espíritu Santo como hombres de Dios. Después de que los nuevos sacerdotes fueron revestidos, se ungieron sus manos para consagrarlas y se les entregó el cáliz y la patena para que desde ahora puedan celebrar la santa Misa. Luego el señor Cardenal, en su carácter de Obispo dio el saludo de paz a los nuevos sacerdotes y diáconos.
Luego de este solemne y emotivo momento, la Misa siguió su curso ordinario. Los asistentes respetaron en todo momento las indicaciones de no aplaudir a su familiar en ciertos momentos de la celebración litúrgica.
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