"Proclamamos una victoria sobre el mal y el pecado que no es nuestra; es de Cristo que nos la ha regalado"
Gn 3,9-15: "Establezco hostilidades entre tu estirpe y la de la mujer"
Sal 129,1-2.3-4.5-6.7-8: "Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa"
2 Co 4,13-5,1: "Creí, por eso hablé"
Mc 3,20-35: "Satanás está perdido"
El autor del Génesis presenta como un verdadero juicio la intervención de Dios ante el comportamiento de Adán y Eva en el paraíso. Éstos tras su pecado se disculpan, pero la sentencia se cumple exactamente en el mismo orden en que fue cometida la falta, es decir, primero la serpiente, luego la mujer y, por último, el varón. Parecería que la mujer y la serpiente, cómplices del pecado, mantendrían una cierta amistad. Sin embargo, la enemistad fue perpetua entre ambas descendencias, hasta que la estirpe de la mujer logró aplastar la cabeza de su enemigo.
El enfrentamiento entre Jesús y el pecado es una lucha permanente y sin cuartel. Ante la acusación "...expulsa a los demonios por arte del jefe de los demonios", Cristo responde con facilidad. Incluso considera más "sensato" al diablo, que no lucha contra sí mismo, que al acusador. El gran pecado que "no tendrá perdón jamás" es atribuir a poderes que no sean el Espíritu Santo la victoria de Cristo sobre el demonio.
Es necesario convencerse de que la presencia del mal en el mundo no es una situación fatal e irremediable, por muy cercano que lo sintamos. El que siempre haya ocurrido, no significa que tenga que ser de la misma manera. Porque el mal es vencible. El amor y el perdón son más fuertes que el pecado.
— "El relato de la caída (Gn 3) utiliza un lenguaje hecho de imágenes, pero afirma un acontecimiento primordial, un hecho que tuvo lugar al comienzo de la historia del hombre. La Revelación nos da la certeza de fe de que toda la historia humana está marcada por el pecado original libremente cometido por nuestros primeros padres" (390).
— "Los evangelistas indican el sentido salvífico de este acontecimiento misterioso. Jesús es el nuevo Adán que permaneció fiel allí donde el primero sucumbió a la tentación. Jesús cumplió perfectamente la vocación de Israel: al contrario de los que anteriormente provocaron a Dios durante cuarenta años por el desierto (cf. Sal 95,10), Cristo se revela como el Siervo de Dios totalmente obediente a la voluntad divina. En esto Jesús es vencedor del diablo; él ha «atado al hombre fuerte» para despojarle de lo que se había apropiado (Mc 3,27)" (539).
— "La victoria sobre el «príncipe de este mundo» (Jn 14,30) se adquirió de una vez por todas en la Hora en que Jesús se entregó libremente a la muerte para darnos su Vida. Es el juicio de este mundo, y el príncipe de este mundo está «echado abajo» (Jn 12,31). «Él se lanza en persecución de la Mujer», pero no consigue alcanzarla: la nueva Eva, «llena de gracia» del Espíritu Santo es librada del pecado y de la corrupción de la muerte (Concepción inmaculada y Asunción de la santísima Madre de Dios, María, siempre virgen). «Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos» (Ap 12,17). Por eso, el Espíritu y la Iglesia oran: «Ven, Señor Jesús» (Ap 22,17.20) ya que su Venida nos librará del Maligno" (2853).
— "Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo (MR Embolismo)" (2854).
Con el mal nos encontramos sin buscarlo; pero antes nos hemos encontrado con Cristo que lo ha vencido y nos hace fuertes.


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