“Quien sufre comprende mucho mejor el valor del don divino de la vida, que hay que promover, custodiar y tutelar desde la concepción hasta el fin natural”, dijo durante su intervención.
Francisco también aseguró que todos ellos representan “como rayos de esperanza que alivian los momentos de soledad y desaliento y animan a afrontar la enfermedad con confianza y serenidad”.
En este sentido, destacó que “la caridad representa la forma más elocuente de testimonio evangélico porque, respondiendo a las necesidades concretas, revela a los hombres el amor de Dios”.
“Vuestra presencia al lado de estas personas garantiza una asistencia amigable, ofreciendo vuestro precioso servicio en el ámbito médico y social”, señaló.
El Papa habló de la importancia del “calor humano” y “la ternura con la que os dedicáis a los usuarios de vuestras estructuras” en el trabajo que realizan junto a los enfermos.
“La rehabilitación física puede y debe ser acompañada de la rehabilitación espiritual, hecha ante todo de gestos de proximidad, para luchar no solo contra el dolor físico, sino también contra el sufrimiento moral del abandono y del aislamiento”.
El Obispo de Roma mencionó además algunas características del servicio que prestan: "gratuidad", “que se acompaña con la profesionalidad y la continuidad”; la "discreción, la fidelidad y la atención", “estar siempre preparados"; la "eficacia en la intervención", así como la "capacidad de intuir también los problemas no expresados del enfermo”.
También los animó a la “humildad, seriedad, determinación, puntualidad, perseverancia y respeto por el enfermo en cada exigencia que tenga”.
“Vosotros podéis experimentar que, solo si uno ama y se dona a los demás, la persona se realiza a sí misma”, agregó.
Antes de despedirse, dijo que están llamados “a ser un gimnasio de vida, sobre todo para los jóvenes, contribuyendo a educarlos en una cultura de solidaridad y de acogida, abierta a las necesidades de las personas más frágiles”.
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