Zaqueo, ora pro me



















Hoy Dios me ha hablado. O, mejor dicho, me ha reñido. No os voy a contar el episodio. Pero he oído de boca de una persona desconocida lo que tenía que oír: ha dicho lo que Dios ha querido, en el tono que Él ha querido. Y esto ha hecho un gran impacto en mi alma.
Sí, Dios, a menudo, nos habla: a veces de forma sutil, a veces de forma clara. A veces con suavidad, a veces contundentemente.
Hace algo más de un año, hice el propósito de tratar de escuchar lo que Dios me decía a través del prójimo. Había olvidado ese buen propósito. Pero sin estar atento, hoy Dios me ha corregido. Espero que la enseñanza de hoy eche raíz y fructifique.
No veáis esta afirmación de que Dios me ha hablado como si la dijera yo de un modo soberbio. No era esa mi intención. El Padre Celestial habla a todos sus hijos. Normalmente estamos muy despistados y no percibimos que es Él el que nos está diciendo algo. Pero, en ocasiones, su voz es potente y afilada como un cuchillo y penetra hasta el fondo del alma.
Al escuchar a esta persona, al principio, me he enfadado. Pero, horas después, se lo he agradecido en el interior de mi corazón: ha sido un instrumento.

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