El Cardenal Porras Cardozo presidió la Misa el sábado 1 de diciembre, en la Plaza Bolívar del municipio venezolano de Chacao, en el área metropolitana de Caracas.
“No hace falta que recordemos, porque lo tenemos muy presente, los problemas y contratiempos que vivimos: la inseguridad, la falta de lo más elemental, la imposibilidad de llevar el alimento al hogar o poder socorrer en la enfermedad al que sufre”, señaló el Purpurado.
“Son muchos los servicios públicos que no funcionan y nos ponen los pelos de punta porque falta la luz, el agua, el gas, el transporte. Nada de eso tiene la última palabra”.
El Cardenal aseguró que “como gente de Iglesia y de fe trabajamos por mantener viva la llama de la esperanza, para anunciar que somos Pueblo de Dios que camina en el desierto, en medio de la adversidad inhumana, pero que no nos resignamos porque el Señor a quien esperamos es un Dios de vivos, no de muertos”.
La esperanza evangélica, dijo, “nos dice: ‘levántense, alcen la cabeza, que se acerca su liberación’. Esa esperanza de la que el Papa Francisco tanto insiste al decirnos: ‘que no nos roben la esperanza’”.
“Pero, ¿cómo hacerlo? En primer lugar, vivamos el tiempo del adviento como preparación a la navidad, retomando las bellas tradiciones venezolanas de este tiempo”.
“El pesebre en cada hogar, hecho con cariño e ilusión, no es una simple tradición. Es poner en nuestra casa el misterio completo de la Navidad: Jesús nace en un pesebre, rodeado de animalitos y pastores. A lo lejos están los palacios y las luces resplandecientes de los que no se ocupan de los pobres. Y todo lo que adorna el pesebre no es otra cosa sino el símbolo de la alegría de rodear aquel singular nacimiento de cosas bellas y hermosas. No dejemos perder esta bella tradición”, alentó.
El Purpurado aseguró que los venezolanos viven “tiempos muy similares” a los de María y José, que “en medio de dificultades y contratiempos, con un embarazo a cuestas, por los polvorientos caminos desde Nazaret hasta Belén buscaban con afán un lugar para guarecerse y poder dar a luz al Mesías”.
“La primera reacción, de ellos y nuestra, pudo haber sido de desánimo, de desaliento. Pero no, fue de búsqueda y de esperanza. Esa debe ser también nuestra mirada de hoy: de esperanza, de construcción de bien, de arrancar de nuestro corazón los pesimismos y los odios”, señaló.
Además, dijo, “estamos propiciando también una costumbre venida de otras latitudes, más sencilla de hacer, rodeada también de un gran simbolismo. La corona de adviento, hecha con material de reciclaje, con la creatividad propia de cada quien, con cuatro velitas que se van encendiendo domingo a domingo, evocando la luz que es Jesús, que a medida que se acerca el 24, alumbra más y mejor”.
Sin embargo, añadió, “todo ello no basta. La oración y las tradiciones religiosas navideñas nuestras han estado siempre acompañadas con una preocupación por los demás”.
“La parranda nace como una continuación de la celebración en la que se distribuye algo para saciar el hambre y el frío. Es decir por la ayuda mutua. Que este año ese compartir tenga como primer recipiendario a los enfermos, a los más pobres de la comunidad, a los niños desnutridos”, alentó.
El Cardenal Porras Cardozo subrayó luego que “Adviento y Navidad no son simplemente una conmemoración ritual, para olvidarnos de los problemas de cada día y embotarnos en el licor y en la diversión hueca y sin sentido”.
“Nos dejemos robar el sentido más propio de este tiempo que es el ser conscientes de que el bien se construye desde la debilidad del pesebre, desde la sencillez de la vida cotidiana, desde la ternura y la atención en el hogar y en el vecindario, en la lucha por los derechos humanos más elementales a los que todos tenemos derecho de disfrutar”, dijo.
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