‘Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre’.
Decimos este refrán para dar a entender que no hay que exagerar, hacer demasiado o demasiado poco. Y esto aplica a la Navidad, mejor dicho, al Tiempo de Navidad.
Hay quienes empiezan a decorar su casa de Navidad, ponen Nacimiento y arbolito a principios de noviembre, pasando ‘día de muertos’, y lo quitan ya entrado febrero, después del día de la Candelaria. Se pasan.
Y hay quienes se van al otro extremo: ponen sus decoraciones navideñas el 24 por la tarde, como para crear ambiente para la cena, y quitan todo el 26. Se quedan cortos.
La Iglesia celebra el Tiempo de Navidad, desde las vísperas del 25 de diciembre, hasta el Bautismo del Señor, fiesta movible que este año será el domingo 13 de enero.
Como quien dice, este domingo 30 apenas llevamos 5 días celebrando Navidad y nos queda por delante casi una quincena. Y además, todavía estamos en la ‘octava de Navidad’ (del 25 de diciembre al 1 de enero), durante la cual, en la liturgia de la Iglesia (por ej. en Misa y en la Liturgia de las Horas), cada uno de estos 8 días se celebra como si fuera 25 de diciembre.
Estamos aún en plena temporada navideña. ¡Gocémosla!
Aprovechemos que ya pasó el trajín de hacer preparativos, comprar, decorar, cocinar, visitar, regalar, etc. y dediquemos cada día a disfrutar un rato de calma y silencio contemplando a cada una de las personas representadas en el Nacimiento. Reflexionemos en lo que significa en nuestra vida el sí de María, el apoyo incondicional de José, la humildad de los pastores, la próxima venida de los Reyes Magos, y desde luego, el amor infinito de Dios que quiso hacerse Hombre para venir a salvarnos.
Démonos también oportunidad de leer y saborear cada día un texto sobre Navidad escrito por algún santo o santa (por ej. san Agustín, san Buenaventura, santa Teresa). Hay muchos bellísimos, que puedes hallar fácilmente en internet.
Aprovechemos para ver a esos parientes o amigos con quienes no pudimos reunirnos en Nochebuena. Dejemos un momento el celular y pongámonos a platicar, sí, practiquemos ese arte casi olvidado de mirar a los otros cara cara, no a través de una pantalla, y escuchémoslos contarnos sus cosas sin abreviar las palabras, compartirnos sus emociones sin usar emoticones. Intercambiemos con ellos regalos espirituales (Comuniones, Rosarios, visitas al Santísimo, oraciones).
Aprovechemos también para hacer algo por quienes padecen necesidad. Armemos una canasta navideña con regalos pensados para cada integrante de alguna familia de escasos recursos económicos. Cada miembro de nuestra familia puede donar uno de los obsequios que haya recibido esta Navidad. Esto enseña a los niños a ser sensibles hacia quienes viven en pobreza, y a compartir las cosas buenas, no lo que no les gusta o les sobra. Podemos también ir a visitar a algún ancianito o enfermo que vive en soledad. Según estadísticas, millones de personas, sobre todo de la tercera edad, viven solas, no tienen a nadie con quien hablar. Qué bonito sería poderlos alegrar.
¡Todavía es tiempo de Navidad! Tenemos muchas oportunidades para seguirla disfrutando, ¡no las dejemos pasar!
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