Así lo dijo el Santo Padre en la homilía de las Vísperas por la Solemnidad de María Madre de Dios, que presidió este lunes 31 de diciembre en la Basílica de San Pedro, que concluyó con la Adoración del Santísimo Sacramento.
Francisco centró su reflexión en dos expresiones de la Carta de San Pablo a los Gálatas cuando recuerda que en la “plenitud de los tiempos”, el Hijo de Dios se hizo hombre en Navidad para “rescatar” a todos.
“Es cierto que por el momento aquel Jesús es casi invisible e insignificante, pero en poco más de treinta años desatará una fuerza sin precedentes, que todavía permanece y perdurará a lo largo de toda la historia. Esta fuerza se llama Amor. El amor da plenitud a todo, incluso al tiempo; y Jesús es el ‘concentrado’ de todo el amor de Dios en un ser humano”, dijo el Papa.
“San Pablo dice claramente por qué el Hijo de Dios nació en el tiempo, y cuál es la misión que el Padre le ha encomendado: nació ‘para rescatar’. Esta es la segunda palabra que nos llama la atención: rescatar, es decir, sacar de una condición de esclavitud y devolver a la libertad, a la dignidad y a la libertad propia de los hijos”, continuó.
El Pontífice explicó que “Dios Padre ha enviado al mundo a su Hijo unigénito para erradicar del corazón del hombre la esclavitud antigua del pecado y restituirle así su dignidad. En efecto, del corazón humano –como enseña Jesús en el Evangelio– salen todas las intenciones perversas, las maldades que corrompen la vida y las relaciones”.
Tras señalar que en Roma hay unas 10 mil personas que viven en una situación precaria, el Santo Padre dijo que “también Jesús nació en una condición análoga, pero no por casualidad o por accidente: quiso nacer de esa manera para manifestar el amor de Dios por los pequeños y los pobres, y lanzar así la semilla del Reino de Dios en el mundo. Reino de justicia, de amor y de paz, donde nadie es esclavo, sino todos hermanos, hijos del único Padre”.
Luego de resaltar que la Iglesia en Roma acompaña de cerca a los indigentes, el Papa destacó la “divina maternidad de la Virgen María” y animó “esa forma de maternidad de la Iglesia. Contemplando este misterio, reconocemos que Dios ha ‘nacido de mujer’ para que nosotros pudiésemos recibir la plenitud de nuestra humanidad, ‘la adopción filial’”.
“Por su anonadamiento hemos sido exaltados. De su pequeñez ha venido nuestra grandeza. De su fragilidad, nuestra fuerza. De su hacerse siervo, nuestra libertad. ¿Cómo llamar a todo esto, sino Amor? Amor del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, a quien esta tarde la santa madre Iglesia eleva en todo el mundo su himno de alabanza y de agradecimiento”, concluyó.
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