El Papa en los países del Islam para construir puentes de fraternidad

Roberta Gisotti – Ciudad del Vaticano

Gran espera del arribo de Francisco a los Emiratos Árabes Unidos, la primera visita de un Papa en la península arábiga cuna de la religión islámica, para sellar el empeño que caracteriza este pontificado: construir puentes de conocimiento y diálogo entre cristianos y musulmanes, con la confianza recíproca de ser hermanos.

Las virtudes proclamadas por el Islam

Han sido tantos los viajes de Francisco a los Países de mayoría musulmana desde el inicio de su ministerio petrino, en el mundo entero. Recordamos en mayo del 2014, durante su visita a Jordania, primera etapa de su peregrinación a Tierra Santa, las palabras que dirigió en el encuentro en Amán con el rey Abdalá II, cuando quiso renovar su  “profundo respeto y consideración a la comunidad Musulmana”, expresando su “reconocimiento por el liderazgo que Su Majestad el Rey ha asumido para promover un más adecuada entendimiento de las virtudes proclamadas por el Islam y la serena convivencia entre los fieles de las diversas religiones”.  Francisco expresó también en aquella ocasión “su esperanza” de que esta visita contribuyera “a incrementar y promover relaciones buenas y cordiales entre Cristianos y Musulmanes”.

El respeto y la confianza recíproca

En septiembre del 2014, la llegada del Papa a Tirana, ofrecía la oportunidad a Francisco de alegrarse “por una feliz característica de Albania para preservar con todo cuidado y atención: la pacífica convivencia y la colaboración entre los pertenecientes a diversas religiones. El clima de respeto y confianza recíproca entre católicos, ortodoxos y musulmanes es un bien valioso para el país y adquiere una relevancia especial en este nuestro tiempo”.

La oración común por la paz

Así, al regreso del viaje en noviembre a Turquía, a Estambul, Francisco explicaba a los periodistas: “He ido allí, a Turquía, he ido como peregrino, no como turista. Y he ido precisamente con el motivo principal de la fiesta de hoy: he ido justamente para compartirla con el Patriarca Bartolomé, un motivo religioso. Pero luego, cuando fui a la mezquita, no podía decir: «No, ahora soy un turista». No, todo era religioso. Y vi aquella maravilla. El muftí me explicaba bien las cosas, con tanta dulzura, y también con el Corán, donde se habla de María y Juan el Bautista, me explicaba todo... En aquel momento sentí la necesidad de orar. Y le dije: «¿Rezamos un poco?». «Sí, sí», dijo él». Y oré por Turquía, por la paz, por el muftí... por todos..., por mí, que lo necesito... Recé de verdad. Y recé sobre todo por la paz. Dije: «Señor, terminemos con la guerra». Así, fue un momento de oración sincera”.

La hermandad entre cristianos y musulmanes

Un año después en noviembre del 2015, en la República Centroafricana, el Papa entraba en la Mezquita central de Bangui, donde, encontrando a la comunidad musulmana, observaba: “Cristianos y musulmanes somos hermanos. Tenemos que considerarnos así, comportarnos como tales. Sabemos bien que los últimos sucesos y la violencia que ha golpeado su país no tenía un fundamento precisamente religioso. Quien dice que cree en Dios ha de ser también un hombre o una mujer de paz. Cristianos, musulmanes y seguidores de las religiones tradicionales, han vivido juntos pacíficamente durante muchos años”.

Dios no justifica los fundamentalismos

Al año siguiente, en noviembre 2016 en Azerbaiyán, la voz de Francisco resonaba en la mezquita de Bakú: “Dios no puede ser invocado por intereses partidistas y fines egoístas, no puede justificar forma alguna de fundamentalismo, imperialismo o colonialismo. Una vez más, desde este lugar tan significativo, se eleva el grito afligido: «¡Nunca más violencia en nombre de Dios!». Que su santo nombre sea adorado, no profanado y ni mercantilizado por los odios y los conflictos humanos”.

La violencia disfrazada de presunta sacralidad

En abril del 2017, el Papa Francisco visita Egipto, se dirige a la mezquita y a la universidad de al-Azhar y después de haber abrazado al Gran Imán Ahmad Muhammad Al-Tayyib, subrayó: “Como líderes religiosos estamos llamados a desenmascarar la violencia que se disfraza de supuesta sacralidad, apoyándose en la absolutización de los egoísmos antes que en una verdadera apertura al Absoluto. Estamos obligados a denunciar las violaciones que atentan contra la dignidad humana y contra los derechos humanos, a poner al descubierto los intentos de justificar todas las formas de odio en nombre de las religiones y a condenarlos como una falsificación idolátrica de Dios: su nombre es santo, él es el Dios de la paz, Dios salam. Por tanto, sólo la paz es santa y ninguna violencia puede ser perpetrada en nombre de Dios porque profanaría su nombre”. “Hoy se necesitan constructores de paz, no de armas; hoy se necesitan constructores de paz, no provocadores de conflictos; bomberos y no incendiarios; predicadores de reconciliación y no vendedores de destrucción”, continúo Francisco.

La verdadera fe incompatible con los actos de muerte

“Todos tenemos el deber de enseñar a las nuevas generaciones que Dios, el Creador del cielo y de la tierra, no necesita ser protegido por los hombres, sino que es él quien protege a los hombres - solicitaba el Papa en el encuentro con el presidente egipcio Al Sisi -  Él no quiere nunca la muerte de sus hijos, sino que vivan y sean felices; él no puede ni pide ni justifica la violencia, sino que la rechaza y la desaprueba. El verdadero Dios llama al amor sin condiciones, al perdón gratuito, a la misericordia, al respeto absoluto a cada vida, a la fraternidad entre sus hijos, creyentes y no creyentes.Tenemos el deber de afirmar juntos que la historia no perdona a los que proclaman la justicia y en cambio practican la injusticia; no perdona a los que hablan de igualdad y desechan a los diferentes. Tenemos el deber de quitar la máscara a los vendedores de ilusiones sobre el más allá, que predican el odio para robar a los sencillos su vida y su derecho a vivir con dignidad, transformándolos en leña para el fuego y privándolos de la capacidad de elegir con libertad y de creer con responsabilidad”. “Un viaje de unidad, de hermandad”, “convocados por Dios, por la historia y por el futuro”, explicaba el Papa a los periodistas, regresando de Egipto”.

Que las diferencias religiosas sean una fuerza para el perdón

La paz y la reconciliación estuvieron en lo más alto de los pensamientos del Papa en su viaje a Myanmar y Bangladesh: “Las diferencias religiosas no deben ser una fuente de división y desconfianza, sino más bien un impulso para la unidad, el perdón, la tolerancia y una sabia construcción de la nación”, reiteraba Francisco en el encuentro en Naipyidó con las autoridades y la sociedad civil.

Sustituir la cultura del conflicto con la cultura del encuentro

Y en Daca Francisco evidenciaba: “Cuando los jefes religiosos se pronuncian públicamente con una sola voz contra la violencia encubierta de religiosidad y buscan sustituir la cultura del conflicto con la cultura del encuentro, ellos se remiten a las más profundas raíces espirituales de sus varias tradiciones”.

Los abrazos con el Gran Imán di Al-Azhar

Y también, los cuatro encuentros del Papa con el líder mundial el Islam sunita Ahmad Muhammad Al-Tayyib, en nombre del compromiso común por la paz contra fundamentalismos y extremismos (23-5-2016; 28-4-2017; 7-11-2017; 16-10-2018). Próximo encuentro en los Emiratos Árabes Unidos, (programa del viaje) donde ambos participarán en la Conferencia internacional sobre la Fraternidad humana, organizada en Abu Dabi, por el Consejo de los ancianos musulmanes, que reunirá más de seiscientos exponentes de diversas comunidades religiosas.

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