Pastoral para la Comunicación.- Es sabido que para los papas no es fácil asumir la sorpresa de la vocación al sacerdocio o a la vida consagrada de los hijos. Aunque se reconoce que en otros casos los mismos padres han sido clave para la vocación de sus hijos. “Aceptar la vocación de un hijo –ya sea al sacerdocio, a la vida religiosa o simplemente al celibato apostólico— suele costar a los padres” –explican– los expertos en el tema vocacional.
Ante dicha sorpresa también se puede iniciar un camino de crecimiento de ambos, específicamente al preguntarse: ¿Nuestro hijo o hija ha recibido una llamada de Dios? Si es un matrimonio con cierta formación cristiana, practicantes, ayudarán a sus hijos a discernir su vocación, intentarán hacerles ver que si deben tomar una decisión, antes conviene madurarla para no dejarse llevar por una ilusión pasajera.
La urgencia por las vocaciones ha hecho que el papa Francisco convoque un Sínodo mundial para el mes de octubre de 2018 sobre “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. ¿Cómo debemos actuar los padres cuando un hijo nos dice que tiene vocación? Puede suceder que cuando nace una criatura enseguida uno empiece a diseñar en su pensamiento y en su corazón el camino que nos gustaría que siguiera el hijo o la hija. “Este vale para médico, o diplomático o esta será una buena madre que nos dará nietos”. Pero estos pensamientos no siguen una lógica ni humana ni divina.
Los padres se preguntan: ¿Deseamos la felicidad de nuestros hijos? ¿Y por qué entonces les imponemos lo que creemos que es lo mejor para ellos, aunque sea en contra de su voluntad? Si un padre es farmacéutico, o abogado, quiere que su hijo estudie Farmacia o Derecho para que tengan continuidad la farmacia o el despacho. ¡Puede hacer infeliz al hijo si no le gusta! En la vida profesional y vocacional (la profesión es también una vocación) una persona será más feliz cuando haga lo que realmente quiere.
En la vocación de los hijos hay otro tema sensible, muy humano y fácil de comprender: a todo padre le cuesta separarse de un hijo o hija cuando todavía es joven. Es natural. Luego con el tiempo verán lo felices que son, una felicidad de la que se contagiarán cada vez más. Los padres serán más felices cuando vean que sus hijos son muy felices.
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