Durante este periodo los Papas tuvieron que salir de Roma a causa de las continuas e insostenibles revoluciones. Se establecieron en Avignon, una ciudad francesa, poco después del año 1300.
Tras la muerte del Papa Inocencio VI en diciembre de 1361, Urbano V, que en un solo día había sido consagrado Obispo, fue elegido Pontífice en 1362 y se trasladó de Italia a Aviñón.
Urbano V nació en Languedoc, Francia, en 1310. Hizo sus estudios universitarios y entró de monje benedictino. Fue superior de los principales conventos de su comunidad y tenía cualidades para la diplomacia. Por ello, varios Pontífices lo emplearon como nuncio.
Como Papa se propuso acabar con los abusos, quitando los lujos de su palacio y de sus colaboradores. Se preocupó de que el grupo de sus empleados en la Corte Pontificia fuera un verdadero modelo de vida cristiana.
Entregó los principales cargos eclesiásticos a personas de reconocida virtud y luchó fuertemente para acabar con las malas costumbres. Al mismo tiempo trabajó seriamente para elevar el nivel cultural del pueblo y fundó una academia para enseñar medicina.
Con la ayuda de los franciscanos y de los dominicos emprendió la evangelización de Bulgaria, Ucrania, Bosnia, Albania, Lituania, y hasta logró enviar misioneros a la lejana Mongolia.
Lo más notorio de este Santo Pontífice es que volvió a Roma después de que ningún Papa lo había hecho desde hacía más de 50 años. Sin embargo, la ciudad se hallaba en estado de abandono y deterioro.
Urbano V mandó a reconstruir los monumentos y edificios religiosos de Roma, y estableció su residencia en el Vaticano. No obstante, se produjo una nueva guerra entre Francia e Inglaterra, y Urbano, que se encontraba bastante enfermo, dispuso retornar a Francia en 1370.
Santa Brígida le anunció que si abandonaba Roma moriría. El 5 de diciembre salió de Roma y el 19 de diciembre falleció.
Le sucedió el Papa Gregorio XI y fue beatificado en 1870.
Más información en los siguientes enlaces:
Oración a San Urbano V San Urbano V en la Enciclopedia Católica
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