Domingo VII del Tiempo Ordinario







Reflexión de Mons. Ruy Rendón para el domingo 23 de febrero 2014. “Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto”.


In truth, the NIH estimates that " more than half in men in their s, and as many as percent inside their s and s, involve some the signs of BPH vs brand generic cialis. The medicine could only be obtained using a prescription discussion cialis boards an antidepressant such as amitriptyline Elavil, Vanatrip, Limbitrol, doxepin Sinequan, nefazodone, nortriptyline Pamelor, among others cialis buy.

argaiv1588


“Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto”.




Levítico 19,1-2.17-18

1Corintios 3,16-23

Mateo 5,38-48




Desde hace algunos años ha ido creciendo, en diferentes ambientes, la importancia del concepto “calidad”. No sólo en el ámbito industrial se exige calidad en los procesos de elaboración y en el resultado final de un producto; también en el campo educativo, en la prestación de servicios, en la administración pública y en las demás ramas del mundo de los negocios y de las empresas. Si hay calidad, hay garantía de éxito y, por consiguiente, satisfacción; en cambio, si hay mediocridad, el futuro se vuelve incierto, con pocas probabilidades de triunfo y satisfacción.


Ahora bien, a este respecto, la vida cristiana no es la excepción, como lo leemos en los textos bíblicos de este domingo. En efecto, tanto en el libro del Levítico (primera lectura): “sean santos, como yo, el Señor, soy santo” , como en el evangelio: “sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto”, el reto que Dios nos propone es precisamente el reto de la “calidad en nuestra vida de hombres y mujeres creyentes”. Pero, ¿en qué consiste la calidad de la vida cristiana? ¿Cómo podemos decir que una persona bautizada tiene un nivel cualificado en la vivencia de su fe? Veamos de qué manera nos responde Dios estas preguntas tomando en cuenta su Palabra.


El libro del Levítico nos exhorta diciendo: “No odies a tu hermano… trata de corregirlo… No te vengues ni guardes rencor a los hijos de tu pueblo. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”. San Pablo en la segunda lectura nos dice que somos templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en nosotros y, además, que debemos cuidar ese templo y no destruirlo: “Quien destruye el templo de Dios, será destruido por Dios, porque el templo de Dios es santo y ustedes son ese templo”.


El evangelio, por último, nos presenta a Jesús invitándonos a no tomar actitudes de venganza cuando alguien nos cause daño, sino, más bien, de perdón. Así mismo, nos exhorta a amar, hacer el bien y a orar a favor de los enemigos y de quienes nos odian, persiguen y calumnian, dándonos una razón y un ejemplo muy interesantes: “para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos”.


En pocas palabras, la calidad o perfección en la vida cristiana consiste en amar: a Dios, al prójimo, y a uno mismo. Haciendo esto estaremos avanzando por el camino que nos lleva a la santidad.


Hoy, en la Eucaristía, le pedimos al Señor que veamos la santidad no como una realidad abstracta y lejana, sino como una seria propuesta para hacerla nuestra, y así orientar toda la vida según los criterios de Dios. Amén.




+Ruy Rendón Leal

Obispo de Matamoros




Publicar un comentario

[blogger][facebook]

Agencia Catolica

Forma de Contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.
Javascript DesactivadoPor favor, active Javascript para ver todos los Widgets