Asignatura pendiente
Las desigualdades entre mujeres y hombres
El miércoles 8 de marzo volvió a conmemorarse el Día Internacional de las Mujeres. Dejando de lado el debate en Redes Sociales de si este día es motivo de fiesta y felicitación a las mujeres o de sumarse a sus luchas y reivindicaciones, me parece que una de las bondades de esta fecha es recordarnos a todos las profundas y arraigadas desigualdades que persisten en nuestra Sociedad entre las mujeres y los hombres.
Por lo menos hay tres campos en que las distancias son más marcadas y preocupantes. El primero es el mundo del trabajo, pues si bien ya existe una incorporación plena de las mujeres en el ámbito laboral y se reconoce cada vez más su aporte, sin embargo el acceso a puestos directivos sigue siendo mínimo e incluso persisten espacios donde las diferencias salariales por el mismo tipo de trabajo continúan. Ya no es extraño encontrar a mujeres en casi cualquier tipo de actividad asalariada; pero, verlas como directivas y tomando decisiones sobre el rumbo de una institución, es una situación de ninguna manera generalizada.
El segundo espacio de desigualdades de género es el político. Es innegable que la participación femenina en la política ha experimentado una vertiginosa transformación positiva en los últimos años. Es más, existen Leyes que favorecen claramente esta inclusión, y cada vez más podemos ver que tienen mayor acceso a puestos de elección popular, como Diputaciones, Senadurías o Regidurías, o que llegan a ser Titulares de Dependencias del Ejecutivo o de Organismos Públicos.
No obstante, el problema radica en que los puestos de mayor responsabilidad política, como Secretarías de Estado, Presidencias Municipales, Gubernaturas y, por supuesto, la Presidencia de la República, son cargos predominantemente ocupados por hombres. Hay muchas Entidades del país que nunca han tenido una mujer como Gobernadora (Jalisco, por ejemplo); Municipios cuyos Alcaldes han sido varones, y Gabinetes con inmensa mayoría siempre de hombres. Incluso hay puestos, como Secretarios de Gobernación, con participación de mujeres nula o muy escasa. Dicho de otra forma, existe una esperanzadora inclusión de las mujeres en el ámbito de la política, pero una preocupante tendencia a que los cargos políticos estratégicos estén en manos masculinas.
El tercer espacio de desigualdades entre géneros, claras y nítidas, es el referente a la violencia cotidiana que sufren las féminas. Las mujeres de México y de Jalisco siguen siendo víctimas del acoso y hostigamiento sexual. La violencia intrafamiliar es un problema muy lejos de ser erradicado, y la impunidad hacia los perpetradores de la violencia persiste; el feminicidio sigue siendo un lastre y un grave problema en nuestro país, y tenemos instituciones que aún no cuentan con las herramientas, y en algunos casos con sensibilidad, para atender este problema social.
La violencia hacia las mujeres está “normalizada” y requiere un abordaje que implica trabajar por visibilizarla y erradicarla en todos los espacios privados y sociales (familias, escuelas, empresas, instituciones públicas, entre otros), toda vez que se trata de una fuente fundamental de las desigualdades entre mujeres y hombres.
No podemos hablar de una Sociedad democrática y justa cuando la mitad de la población (las mujeres) tiene menos posibilidades de acceder a puestos directivos en el mundo del trabajo; cuando los puestos políticos de mayor responsabilidad, en su gran mayoría, siguen bajo el control de los hombres, y cuando las mujeres de esta Nación y del Estado son objeto de múltiples tipos de violencia.
La conmemoración del Día Internacional de la Mujer nos otorga el pretexto, como Sociedad, de recordar esta agenda tan importante y urgente; y de mostrarnos que, a pesar de los indudables avances que presumimos en la materia, el camino por recorrer en el pleno reconocimiento de los derechos de las mujeres es todavía muy largo, sinuoso, y nos llevará varias generaciones para resolverlo a cabalidad.
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• Principal soporte en el sostén de la familia y en la formación de los hijos, la mujer sigue ocupando un lugar secundario en la Sociedad, y así ocurre entre las etnias indígenas.
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