La corrupción y sus costos en México

Asomarse a las cuentas públicas es no sólo imaginar, sino constatar con dolor, un país que derrocha recursos untando manos y agradeciendo favores;  se dice que es una táctica que se usa en todos los niveles de Gobierno, usanza antigua en una democracia de favores mutuos. Un estudio sobre el tema “México: Anatomía de la Corrupción” (2016) señala cantidades estratosféricas; indica que el costo de la corrupción en el país, en 2015, ascendió a 906 mil millones de pesos.
Algunos analistas, de prestigio, periodistas y publicaciones de peso editorial, dicen que México, a nivel mundial, ostenta ese estigma, ese primer lugar, con creces, en el tema de la corrupción. Hay incluso quiénes falsifiquen documentos eclesiásticos por ganancia, y así mejorar sus entradas a partir de una estafa de tipo religioso, tras la cual el que paga se da cabal cuenta de que, por ejemplo el comprobante de pláticas de algún Sacramento, es totalmente falso. Aquí son pesos, no millones, pero el acto de corrupción ensucia igual.
Imagine usted las obras que pudieran realizarse con esas cantidades, desembolsadas en actos de corrupción. Se dice que estos números rebasan la cantidad equivalente a diez veces el presupuesto 2017 del Gobierno de Jalisco.
Lo más doloroso no es el dinero en sí mismo, sino la costumbre. Es una “regla” que  está institucionalizada  desde el policía de la calles hasta los más altos funcionarios. Éste es el México real; el que presumimos en el Himno Nacional es un sueño que todavía no llega.
El valor efectivo de la corrupción funciona como aceite de la maquinaria económica, engrane del sistema de justicia y factor para que las cosas y los que trabajan para el Gobierno funcionen deveras. Cuantiosos documentos públicos necesitan una untada de manos con algún billete.
Según un estudio, el  38% de la población mexicana considera que los políticos son los más corruptos; el 18% opina que todos somos corruptos; el 15% señala a los policías (municipales, estatales, federales); el 14% apunta a los funcionarios públicos;  el 7.8% afirma que son los ciudadanos, y el 4.7% indica a los abogados.
México, junto con 33 países, forma parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), y en ese elenco ocupó el primer lugar en corrupción. Se han dado escándalos en los Medios de Comunicación, que involucran a personajes de alto rango en el Gobierno. Pero, en cuanto a eso, sólo se guarda silencio.
Corrupción es falta de seguridad jurídica, es un encarecimiento de los trámites, documentos en cualquier dependencia pública. Golpea, por supuesto, los costos de producción de muchos servicios de primera necesidad. Si tomamos en cuenta las estimaciones del Banco Mundial, la corrupción le cuesta a México 9% del Producto Interno Bruto (PIB) cada año; es decir, dos puntos más que la fortuna de Carlos Slim. Si preferimos las estimaciones del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado, la cifra alcanza el 20% de lo que producimos; en otras palabras, la quinta parte de lo que producimos se queda toda en regalitos, sobadas de manos y  corruptelas.

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