Quijano trabajaba a favor de los jóvenes en una escuela de la Comunidad de San Egidio cuando fue asesinado por una “mara” a los 21 años. Fue atacado cuando volvía a su casa, recibiendo los disparos de los miembros de una de las bandas violentas organizadas que captan a jóvenes pobres de las periferias de Centroamérica.
Su amigo, Francisco Hernández, fue el encargado de leer el testimonio ante el Papa y aseguró que Quijano “tenía el corazón lleno de esperanza y esta era su fuerza: amaba la vida y en un mundo amigable ayudó a muchos jóvenes y niños en la ‘Escuela de la Paz’”.
“¿Cuál fue su culpa para ser asesinado?”, se preguntó. “Soñar en un mundo con paz. William no renunció nunca a enseñar la paz”, aseguró.
Él decía que “tenemos que ser valientes en ser maestros, porque un país que no tiene escuelas ni maestros es un país sin futuro y sin esperanza”.
“La seguridad no se obtiene solo con la firmeza, sino con el amor”, dijo recordando las palabras de su amigo. Así, Quijano “hablaba a todos de su sueño: ‘tenemos el alma, la inteligencia y la fuerza para ponernos a trabajar, y la oración nos sostendrá’”.
En el testimonio, recordó que su amigo asesinado “no hablaba nunca de represión o de venganza contra las maras, sino que insistía en la necesidad de un cambio de mentalidad”.
William Quijano tenía “el sueño de una nueva humanidad, y quería vivirlo hasta el final”. “Los niños podían cambiar y debían cambiar, los jóvenes podían y debían cambiar”.
“William testimonió su esperanza de un modo diverso, fundándose en el Evangelio y en los valores más humanos, en la centralidad de la cercanía”, concluyó emocionado.
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— ACI Prensa (@aciprensa) 22 de abril de 2017
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