Mis excusas


Reconozco que, cuando escribí mis tres posts sobre Galat, me dejé llevar de ciertos excesos verbales. La influencia que ese nonagenario cismático tiene sobre millones de personas supone un peligro real para Colombia. Y decidí por poner mi granito de arena en la tarea de conjurar ese peligro a través del buen humor.
Reconozco que le falté a la caridad. Desde aquí le ofendí y desde aquí le pido perdón. Le he pedido perdón a Dios en mi oración, y a Galat le pido perdón en el mismo medio desde el que mi humor cruzó un poco la raya de lo conveniente. He expurgado mis tres posts sobre él de toda referencia poco caritativa.
Nada me haría más feliz que nos tomásemos un café con Galat, Masiá S.J. y yo, todos en buena armonía. Será tan bonito cuando Lutero, Galat y yo paseemos por el cielo hablando de nuestra miopía (en mi caso hipermetropía) a la hora de defender los intereses de la Iglesia mientras estábamos vivos sobre la tierra.

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