Estamos experimentando, como suele suceder, al final de cada sexenio, de cada trienio, un vacío de poder, de autoridad, de impulso económico, de seguridad, de atención a servicios públicos, de respuesta a problemas sociales, etc., por decir algunos tópicos. Pero, en esta ocasión, con mayor gravedad. Porque, por ejemplo, en uno de los temas más sensibles, como es la violencia, los índices, en todos los rubros del tema, aumentaron, y no vemos, a estas alturas, precisamente en estos tiempos de finalización de mandatos, cómo pueda mejorar.
Cuando se tienen estos vacíos, no es que queden así, y no suceda nada, y que los ciudadanos esperemos el próximo inicio de gobierno, en el nivel que sea, sino que son llenados por los que se aprovechan de esos vacíos. Los delincuentes los aprovechan por la impunidad que se provoca. Otros, que también pudiéramos equiparar a delincuentes, los aprovechan para cometer actos de corrupción. Están buscando ‘acomodarse’ bien para el futuro, están en sus últimos meses de gobierno. Y así, sucesivamente.
En nuestro Estado de Jalisco, la situación puede ser todavía más complicada, porque aquí están finalizando no solo los efectos del mandato presidencial federal, sino también estatal y municipal, así como las diputaciones. Estas realidades, con su respectiva multiplicidad de implicaciones negativas.
En este panorama, todos los que pueden ‘acomodarse’, buscan ‘acomodarse’. Ha sido considerado como algo “normal” que suceda, cuando no debe ser normal, pero no encontramos, no tenemos mecanismos que contemplen y enfrenten este tipo de irregularidades. Ningún reglamento lo contempla, y no hay por dónde les podamos hacer cumplir mandatos completos, en toda su expresión, a nuestros funcionarios, cuando está terminando su periodo.
Gran cantidad de ellos buscaron ‘acomodarse’ en una candidatura, dejaron su puesto para brincar a la ilusión de tener otro.
Otros buscaron ‘acomodarse’ en otro Partido, de acuerdo a lo que pensaron que les iba a dar más dividendos, con la misma intención que los anteriores, pero todavía peor. Dijeron, la mayoría, que traicionaban su Partido porque el Partido los había traicionado. No les importaron sus convicciones, incluso cuando las habían –supuestamente- defendido recientemente. Menos les importó la ideología (si es que la conocían) de su Partido, del organismo que los acogió alguna vez.
A todos les importó ‘acomodarse’, quizás convenciéndose a sí mismos, engañándose a sí mismos, de que era lo mejor, gracias a su “vocación de servicio” universal. La verdad es que no pensaron en ninguna cosa que se le parezca al bien común; pensaron en sí mismos. Así, vemos a personajes que llevan toda su vida viviendo del presupuesto, y sin que nada notable hayan aportado.
Gran desilusión ha causado también que en la lista de elegidos, prácticamente de todos los Partidos, se encuentren personas con cuentas pendientes, señaladas por diferentes irregularidades, actos de corrupción, robos, mentiras, etc. Se agrava lo anterior, porque aun sabiendo lo que ocurre, permanecen en las listas electorales. Quizás es más fuerte la cuota que deben regresar que lo que electoralmente les pueda afectar.
Un tiempo de “acomodos”, un tiempo muy dañino y peligroso que estamos padeciendo los ciudadanos.
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