El de rojo es el Lord Chief of Justice. Los otros dos son jueces, creo.


Ya he publicado en Biblioteca Forteniana mi libro sobre los gigantes de la Biblia, los nefilim del capítulo 6 del Génesis. Es una obra muy corta. No la llamo artículo, puesto que no ha sido publicada en una revista. Debería denominarla opúsculo.
Rezad para que el Señor me ayude en el libro en el que ahora estoy inmerso. Ya os contaré cómo va evolucionando. Desde luego si los lectores disfrutan tanto con la lectura como yo estoy disfrutando con la escritura, va a ser un libro del que sentirme orgulloso.
Hoy toda España no hace más que hablar de sentencia contra un grupo de hombres que cometió un abuso sexual contra una joven de dieciocho años. Lo polémico del asunto es si según la tipificación era abuso o violación. La condena ha sido de nueve años de prisión para cada uno.
Pues bien, yo no sé si la sentencia ha sido justa o debía haber sido mayor. Sinceramente no lo sé. No tengo una opinión particular, porque conozco el caso solo por poco más que titulares. Ahora bien, sí que creo que en unos jueces que impartan justicia en nombre del Pueblo, pero que no deben ser correa de transmisión de la voluntad popular.
La justicia debe impartirse en nombre del pueblo, pero con independencia del pueblo. Los jueces pueden tener que llegar a emitir sentencias contra la voluntad del pueblo. El pueblo nunca puede constituirse en juez. En un estado ideal, el pueblo no debería ni siquiera aprobar leyes. La población debería elegir de algún modo a los más adecuados para ponderar qué arquitectura jurídica debe sustentar el estado de derecho, y así pesar una a una las leyes que se aprueben. Pero si el pueblo quiere aprobar las leyes directamente se resiente la justicia. Hemos conocido casos en que la voluntad popular ha aplastado el estado de derecho.
Resulta inadmisible cualquier presión sobre el estamento judicial. No sé si esos jueces han emitido la sentencia correcta. Lo que sí que sé es que he escuchado a muchos ciudadanos gritar un discurso nocivo para la libertad. Por sus bocas lo que salía era un discurso neofascista.
El problema es que los representantes del pueblo, en el futuro, usen sobre el tablero cada vez más a los peones para derribar los baluartes de la independencia judicial. A los jueces hay que educarlos en que estamos en una democracia, decía una de estas brujas. El día en el que la democracia quiera educar a los jueces, domarlos y darles unas cuantas lecciones, la libertad de expresión en este blog habrá desaparecido.
De hecho, el asunto de esta sentencia lo considero anecdótico a efectos de la libertad judicial en mi país. Pero, en el futuro, los alfiles cada vez más van a soltar a los peones para que hagan el trabajo sucio de la presión. No espero, en los próximos decenios, un aumento de la libertad, sino un camino hacia el ocaso de esta.
Mi enhorabuena a todos esos jueces que son expresión de lo mejor de la justicia, y que la realizan sin el pueblo y, a veces, contra la voluntad del pueblo. Haced justicia, haced justicia lo mejor que podáis. Y después si fuera necesario, huid por las ventanas tratando de salvar vuestras vidas. Pero nunca cedais a las presiones. Nunca.
El juez que, tras firmar una sentencia y sellarla, sepa que será linchado por la masa justiciera, ese, justamente ese, será el indicado por los cielos para juzgarnos a todos.

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