La guerra cristera se produjo entre 1926 y 1929, luego de que Elías Calles promulgó una ley, conocida como la “Ley Calles”, que restringía la libertad religiosa al punto que los sacerdotes no podían vestir traje talar; además se prohibió la enseñanza de religión en las escuelas y la existencia de congregaciones.
Muchos católicos fueron martirizados en este periodo de persecución religiosa por parte del Gobierno mexicano. Entre ellos el hoy Beato Padre Miguel Pro y el niño San José Sánchez del Río.
El grito de “¡Viva Cristo Rey!” guarda relación con la Fiesta de Cristo Rey, instituida en 1925 por el Papa Pío XI. Pero los cristeros con frecuencia añadieron a esta exclamación el nombre de Santa María de Guadalupe.
Para el P. Eduardo Chávez, canónigo de la Basílica de Guadalupe y postulador de la causa de canonización de San Juan Diego, vidente de la Virgen de Guadalupe, esta relación es producto de “una gran, maravillosa intuición, una inspiración del Espíritu Santo”.
En diálogo con ACI Prensa, el P. Chávez subrayó que “la Virgen de Guadalupe y Cristo Rey siempre es un grito desde el alma, desde el corazón, desde la fe, un grito único doblemente grande”.
El sacerdote mexicano, también director del Instituto Superior de Estudios Guadalupanos, señaló que “cuando se ve la imagen de la Virgen de Guadalupe desde los ojos de los indígenas, ven que ella está con un manto azul verdoso. Ese manto azul verdoso solamente los emperadores podían usarlo, porque era el azul del cielo y el verde de la vida”.
“Cuando ven a la Virgen de Guadalupe, que tiene este azul verdoso, entienden que ella es emperatriz, ella es reina. Y cuando ven que está embarazada, lógicamente el que tiene aquí es un rey, es el Rey”.
Por esto, dijo, esta “única doble devoción” nos recuerda que Santa María de Guadalupe “tiene como centro de su imagen a Jesucristo Nuestro Señor”.
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