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Hoy 24 de octubre de 2041, los restos del que fuera Caudillo de España en el siglo pasado, regresan al Valle de los Caídos acabada su reconstrucción.
Su cruz, la más alta del mundo, vuelve a erigirse magnífica en el centro de la patria.
Mientras el féretro es sacado del vehículo fúnebre, son disparadas 21 salvas de honor.
Ahora el féretro es depositado en lo alto de la escalinata. La banda militar 5.000 efectivos de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire desfilan ante la explanada. La banda militar toca ahora la Marcha Los voluntarios.
Acabado el desfile, en silencio, el presidente de España coloca la bandera nacional sobre el féretro. Va a dirigir unas palabras:
–Estimados ciudadanos, ayer por la tarde me llamó su santidad Pío XV para comunicarme que mañana se abrirá el proceso de beatificación del difunto que hoy vamos inhumar por quinta vez. Me transmitió su deseo de que os lo comunicase hoy. El proceso diocesano ya había acabado antes de la Revolución del 2030. Nuestro país, nuestro continente, el mundo, ha pasado por una terrible prueba. Esta ceremonia pone punto final a la anarquía. Supone todo un símbolo de punto final al caos. Ojalá que Europa haya aprendido de cuáles son las causas que dirigen a una sociedad al hundimiento moral. Ojalá que Europa haya aprendido que el hundimiento moral lleva, finalmente, al hundimiento de la sociedad.
Voz en off del locutor: El presidente ahora se retira a su puesto seguido de los ministros. El ataúd es tomado en hombros y portado a la puerta de la basílica. Allí le esperan medio centenar de obispos venidos desde todos los confines de la patria. El primado de España asperge con agua bendita y recita la primera oración.
Suena la música del Oficio de Difuntos de Tomás Luís de Victoria al órgano mientras penetran en el templo. El ataúd está flanqueado a la derecha por el estandarte personal del Caudillo con los dragones. A la izquierda se alza el estandarte con el escudo del águila de san Juan. Delante de ellos un soldado porta horizontalmente su espada y otro el bastón de mando.
Llegan al lugar. El abad hace una nueva oración con la caja ya depositada en el suelo.
Antes de introducirlo en el sepulcro, el Notario Mayor del Reino se adelanta y pregunta a los tres generales:
—¿Juráis que el cuerpo que contiene la presente caja es el de su excelencia el del Generalísimo de los Ejércitos, don Francisco Franco Bahamonde, el mismo que os fue entregado ayer para su custodia en el Cementerio de Mingorrubio?
El capitán general del Ejército de Tierra contesta:
—¡Sí, lo juro!
El capitán general del Ejército de la Armada contesta:
—¡Sí, lo juro!
El capitán general del Ejército del Aire contesta:
—¡Sí, lo juro!
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