Renato Martinez – Ciudad del Vaticano
“Queridos hermanos, el libro de los Hechos de los Apóstoles narra la llegada de Pablo a la ciudad de Filipos, colonia romana de la Macedonia, y por tanto la entrada del Evangelio en Europa”, lo dijo el Papa Francisco en la Audiencia General del último miércoles de octubre de 2019, continuando con su ciclo de catequesis sobre la evangelización a partir del Libro de los Hechos de los Apóstoles.
El Espíritu Santo, protagonista de la misión de la Iglesia
Explicando este pasaje de los Hechos de los Apóstoles (16,9), el Santo Padre precisó cómo el Espíritu Santo es el protagonista de la misión de la Iglesia: es Él quien guía el camino de los evangelizadores mostrándoles el camino a seguir. “Esto lo vemos claramente en el momento en que el Apóstol Pablo, habiendo llegado a Troade, recibe una visión. Un macedonio le suplica: “¡Ven a Macedonia y ayúdanos!”. Y el pueblo de Macedonia del Norte se siente tan orgulloso de esto, se siente orgulloso de haber llamado al Apóstol Pablo a anunciar a Jesucristo. Recuerdo mucho a ese bello pueblo que me acogió con tanto calor – señaló el Papa – que conserven esta fe que Paolo les ha predicado”.
La fuerza del Evangelio se dirige a las mujeres
Hay tres acontecimientos que caracterizan este episodio, tres acontecimientos importantes que se dieron en esos tres días en Filipos. “En primer lugar, el bautismo de Lidia, una mujer creyente a la que el Señor por obra del Espíritu le abrió el corazón para que aceptara la enseñanza de Pablo. Una vez que el corazón de Lidia se abrió, pudo acoger a Cristo mediante el bautismo, junto a toda su familia, y abrió su casa a los demás Apóstoles”. Tenemos aquí, afirmó el Pontífice, el testimonio de la llegada del cristianismo a Europa: el inicio de un proceso de inculturación que dura hasta hoy. El cristianismo, subrayó el Papa, ha entrado por Macedonia.
La desolación de la cárcel
En segundo lugar, Pablo y Silas fueron denunciados por los dueños de una esclava que tenía un espíritu de adivinación y les procuraba muchos beneficios, y a la que los Apóstoles liberaron con un exorcismo. En la cárcel, en vez de lamentarse, alababan a Dios y Él los salvó mediante un terremoto que sacudió la prisión y rompió las cadenas que los ataban. Hablando espontáneamente, el Santo Padre explicó que la mujer que habían liberado en nombre de Jesús, una esclava, que tenía un espíritu de predicción, con el cual sus dueños ganaban dinero, leía las manos y predecía el futuro. También hoy, dijo el Papa, la gente paga por esto. Y sus padrones, los dueños de la esclava, en represalia, denunciaron a Paolo y llevaron a los Apóstoles ante los magistrados con la acusa de desorden público.
La oración produce efectos prodigiosos
Sin embargo, durante su encarcelamiento se produce un hecho sorprendente. Es en la desolación que en vez de quejarse, Pablo y Silas cantan alabanzas a Dios y esta alabanza libera una fuerza que los libera: durante la oración un terremoto sacude los cimientos de la prisión, se abren las puertas y se cayeron las cadenas de todos. Como la oración de Pentecostés, la oración hecha en la cárcel también produce efectos prodigiosos.
Y, por último, la conversión y el bautismo del carcelero y de toda su familia. En medio de la noche, él creyó en el Señor Jesús, junto a toda su familia, acogió a los apóstoles en su casa, les lavó las heridas y recibió el Bautismo. Después, lleno de alegría por haber creído en Dios preparó la mesa y celebraron una fiesta. En medio de la noche, para el carcelero y su familia brilló la luz de Cristo, se rompieron las cadenas del corazón y experimentaron una alegría indescriptible. Es así como el Espíritu Santo está haciendo la misión – agregó el Papa Francisco – desde el inicio, desde Pentecostés en adelante es Él el protagonista de la misión. Y nos lleva adelante, es necesario ser fieles a la vocación que el Espíritu nos mueve a realizar. Para llevar el Evangelio.
Pidamos un corazón abierto a Dios
Antes de concluir su catequesis, el Papa Francisco saludó cordialmente a los peregrinos de lengua española, venidos de España y de Latinoamérica. “Pidamos al Espíritu Santo que nos dé un corazón abierto a Dios y acogedor con los demás, con una fe audaz capaz de romper las cadenas que nos oprimen a nosotros y a los demás”.
Publicar un comentario