Ciudad del Vaticano
«El propio Señor que no tiene pecado, se hizo pecado por nosotros, por eso le damos gracias, porque nos enseñó un camino lindo para aprender a querernos y a comprendernos. Eso nos va a llevar siempre a identificarnos con los que más sufren y a luchar juntos por la justicia, pacíficamente como nos enseña el Señor, pero profundamente como también nos enseña con su propio testimonio», lo dijo el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Monseñor Carlos Castillo, en su homilía en la celebración de la Santa Misa al inicio del cuarto recorrido procesional del Señor de los Milagros.
Que toda la Iglesia sea una Iglesia en misión
En la celebración Eucarística también estuvieron presentes Monseñor Nicola Girasoli, Nuncio Apostólico en el Perú; y los dos obispos auxiliares de Lima; Monseñor Ricardo Rodríguez y Monseñor Guillermo Elías. Por su parte, el Arzobispo de Lima recordó el llamado del Papa Francisco en este Mes Misionero Extraordinario: «no sólo se refiere a que hagamos muchas misiones – señaló Mons. Castillo – sino que toda la Iglesia sea una Iglesia en misión, que todas nuestras comunidades, nuestros grupos, todas nuestras hermandades sean misioneras, y eso significa que estemos siempre en movimiento».
Jesús se inserta en nosotros, se hace uno con nosotros
El Arzobispo de Lima citando las palabras de San Pablo a los Filipenses en la que se refiere a la Kénosis de Cristo, es decir, cuando se despojó de su condición divina para asumir la condición humana dijo que: «Ese texto relata cómo Jesús es misionero del Padre, Él era junto con Dios, desde los orígenes, el Hijo, la segunda persona de la Trinidad. Él salió del Padre para venir a nosotros, viene del amor paternal de su Padre para darnos ese amor a toda la humanidad».
No hizo alarde de su categoría de Dios – «no se creyó lo máximo, sino que se anonadó, se hizo nada, se humilló» – subrayó Monseñor Castillo. Se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo – «no dice de hombre, primero es la condición de esclavo. Es solidario con la humanidad que sufre maltratos y esclavitudes, dolores, heridas, y por eso se inserta en nosotros, se hace uno con nosotros, especialmente con todos los que más sufren en esta vida».
«La letra con la palabra entra»
Asimismo, el Arzobispo de Lima refiriéndose a un viejo refrán que los padres utilizaban para educar a sus hijos que decía: ‘La letra con sangre entra’, Monseñor Castillo dijo que debemos «habituarnos a cambiar» el modo en que nos educamos y nos entendemos: «La letra con la palabra entra, con la explicación, con la educación» – comentó el Arzobispo – «tiene que haber una reforma educativa, pero nosotros también podemos reformar en nuestras casas la educación si es que sabemos tratar y aclarar las cosas, entender un problema, no resolverlo a patadas. Y por eso, hermanos y hermanas, hoy día el Señor nos invita a hacernos uno con el otro. Para corregir hay que comprender en qué situación está el otro».
La misión de compartir la alegría del Evangelio
Monseñor Carlos Castillo también señaló que, si hay algo lindo en la misión de Jesús, es que cuando se va de misión a dialogar con las personas y anunciarles el Evangelio, ese Evangelio toma un nuevo color. «Cuando vamos en misión, vamos al pueblo, el pueblo recibe, ahonda, profundiza y expresa, y por eso hay el Señor de Luren, el Señor de los Temblores. Hemos puesto al Señor en todas nuestras culturas y modos de vivir, en todas nuestras ciudades, en todas nuestras plazas y pueblos, en todas nuestras casas. Por eso, después de que el Señor pasa por nuestras vidas no somos los mismos, algo tiene que cambiar, dejemos que el Señor que se ha metido en nosotros, vaya derritiendo aquello que es duro en nuestras vidas, sobre todo nuestros prejuicios, nuestras posturas a veces un poco salidas del hígado, no del corazón».
Toda la vida es una misión, un diálogo, una apertura
El Arzobispo de Lima profundizando sobre el tema de la misión subrayó que, toda la vida es una misión y la Iglesia hace lo mismo, la Iglesia sale, se mete en un pueblo, se combina con él, abre el camino del Señor que es la apertura del amor, y ese pueblo cambia y mejora. «Necesitamos evangelizar para que las cosas cambien, con esa fuerza es posible que el mundo haga cosas nuevas. Hoy todo nuestro continente está en un deseo grande de que haya un cambio, desde nuestros hermanos venezolanos hasta nuestros hermanos chilenos, pasando por los argentinos y los bolivianos y los ecuatorianos».
Identificarnos con los que más sufren y buscar la justicia
Por ello, afirmó Monseñor Castillo, la única manera de resolver los problemas es con la inspiración del amor, del diálogo, de la apertura y del reconocimiento de los errores que hemos tenido. «El propio Señor que no tiene pecado, se hizo pecado por nosotros, por eso le damos gracias, porque nos enseñó un camino lindo para aprender a querernos y a comprendernos. Eso nos va a llevar siempre a identificarnos con los que más sufren y a luchar juntos por la justicia, pacíficamente como nos enseña el Señor, pero profundamente como también nos enseña con su propio testimonio, dispuestos a dar la vida para que las cosas mejoren en la vida de los seres humanos, y así podamos restablecer los lazos que tantos siglos estamos esperando restablecer».
La vida eterna comienza aquí
Antes de concluir su homilía, el Arzobispo de Lima dijo que, el Señor nos ha prometido que nos va a dar la vida eterna que comienza aquí, la vida eterna es amarse, es reconocer el valor del otro, respetar su vida y caminar con alegría con nuestro Dios que camina con nosotros. «Le pedimos al Señor que en el camino que vamos a hacer nos permita seguir caminando en la vida cotidiana, porque esta celebración que hacemos cada año nos conduce a renovar fuerzas para salir adelante en la vida. Y como el Señor acompañó nuestra vida desde su entrega generosa en la cruz hasta el día de hoy en nuestras historias personales y sociales, nosotros también queremos acompañarlo, para que nosotros también seamos acompañados permanentemente con Él en nuestras vidas».
«Que el Señor los bendiga, les de su paz y que este recorrido nos permita ser misioneros. Sé tú un milagro para tu pueblo – concluyó Monseñor Castillo – sé tú un misionero que haga milagros para su pueblo porque ha entregado su vida como Jesús le ha manifestado en su corazón».
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