3 pretextos para no rezar el Rosario (y cómo responder)

Prácticamente todos los católicos tienen un Rosario. Alguien se los regaló en su Primera Comunión o en su boda, lo compraron, o heredaron. Quizá es de oro, plata o piedras preciosas, o simplemente de plástico o de hilo. Tal vez lo colgaron de un espejo retrovisor, de un clavo, o lo traen alrededor del cuello, pero, ¿lo rezan? Para averiguarlo pregunté a varias personas. Muchas dijeron que sí, otras que no. En una familia, una niña dijo: ‘Eso lo rezan las abuelas’. El hijo adolescente contestó: ‘Naaa, ¡qué aburrido!’, y los papás aseguraron: ‘No, ¿a qué horas? No tenemos tiempo’.

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Así que aprovechando octubre, mes que la Iglesia dedica al Rosario, quisiera responderles, por si lo que opinaron, también lo piensan otros:

1. “Lo rezan las abuelitas”

A quien cree que es un rezo para viejitas hay que hacerle ver que la Virgen le reveló el Rosario a santo Domingo, no a una anciana, y al principio sólo frailes lo rezaban. Claro, pronto se volvió muy popular y gente de toda edad y condición comenzó a rezarlo. También cabe recordarle que la Virgen de Fátima pidió rezarlo a tres niños, la Virgen de Lourdes a una adolescente, en la Jornada Mundial de la Juventud, lo rezan miles de jóvenes, y en las parroquias vemos rezándolo no sólo a mujeres, también a hombres. Se presta de maravilla para ser rezado a cualquier edad, ya sea individualmente, en familia, en grupos de amigos o en comunidad. Es falso que sea un rezo sólo para señoras de la tercera edad. Pero además vale la pena reflexionar en que si las personas mayores, que tienen la sabiduría que dan los años, lo siguen rezando es por algo, han descubierto que tiene una riqueza muy especial. A partir de que fue revelado, todos los santos lo han considerado una poderosa arma espiritual. San Juan Pablo II lo llamaba su oración favorita. El padre Pío, rezaba al menos treinta cada día. Nunca es demasiado temprano ni demasiado tarde para disfrutarlo.

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2. “Es aburrido”

A quien supone que es aburrido, hay que enseñarle que sólo aburre cuando se reza a la carrera, cuando tras enunciar cada Misterio se repiten precipitadamente el Padre Nuestro y las Ave Marías. Para que no aburra hay que hacer siempre una breve pausa de silencio para traer a la mente la escena bíblica a la que corresponde el Misterio, dejar que ilumine lo que uno está viviendo, y dialogar con Jesús y María al respecto. Toma un minuto, pero ¡hace toda la diferencia! Por ejemplo, en el primer Misterio Gozoso, tras recordar la escena de la Anunciación; podemos rogar a Jesús y a María que nos ayuden a responder como Ella a lo que nos pida el Señor, a decirle siempre sí, sin temor. Y luego seguimos meditando en esto mientras rezamos el Padre Nuestro y las Ave Marías. Así nunca aburre rezarlo, porque cada vez reflexionamos en un aspecto distinto y tenemos algo nuevo que decir y pedir. Rezar el Rosario se vuelve así un repaso vivo del Evangelio y un encuentro personal con Jesús y María que afianza nuestra mutua cercanía.

3. “No tengo tiempo”

A quien supone que no tiene tiempo para rezarlo hay que recordarle que sólo toma alrededor de media hora, y a lo largo de la jornada hay muchas oportunidades para hacerlo, por ejemplo, en algún trayecto a pie, en auto o en transporte público; en lo que nos atienden en una oficina, banco, tienda o consultorio; mientras esperamos a que salgan los niños de la escuela, y, por supuesto, cuando apartamos un tiempo especial para rezarlo en familia o en la iglesia. También cabe mencionar que se puede rezar en partes: un Misterio ahora, otro más tarde, y así hasta completarlo a lo largo de la jornada. Esto es recomendable con niños pequeños que pueden rezar un Misterio cada vez, sin distraerse, y le van tomando gusto, sobre todo cuando se les permite dirigir el rezo y pedir por sus intenciones.

Al final, lo de la falta de tiempo suena a pretexto, porque para lo que nos interesa siempre hallamos un espacio.

Vale la pena rezar el Rosario, porque María así lo ha solicitado, y ha prometido grandes bendiciones a quien responda a su amoroso llamado.


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