Pastoral para la Comunicación. – En la conmemoración del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana los Obispos de México el 1 de septiembre del 2010 nos regalaron dicha Carta Pastoral, la cual sigue vigente en medio de la encrucijada actual del País. En la Introducción, manifiestan uno de sus objetivos: “Queremos discernir cuál fue la participación de la Iglesia en estos dos importantes acontecimientos, cuál fue nuestro servicio a la Nación, para retomar con todo vigor los retos y desafíos que se nos presentan hoy en día. Queremos servir a la Nación, colaborando a construir un proyecto cultural desde la fe, y queremos también ser protagonistas, junto con todo el Pueblo de México, de la construcción de un futuro con esperanza para nuestro País”.
Primera Parte: Una Mirada a la propia historia desde la fe
Los Obispos manifiestan por otra parte que “para acercarnos a la comprensión de la conciencia histórica de nuestra Patria, debemos tener en cuenta que la fe católica ha sido un elemento presente y dinamizador en la construcción gradual de nuestra identidad como Nación” (No. 12). No sin antes recordar que “en nuestros pueblos, el Evangelio ha sido anunciado presentando a la Virgen María como su realización más alta. Sin embargo, fue el Acontecimiento Guadalupano, el encuentro y diálogo de Santa María con el indígena Juan Diego, el que obtuvo un eco más profundo en el alma del pueblo naciente, cualitativamente nuevo, fruto de la Gracia que asume, purifica y plenifica el devenir de la historia” (No. 11).
Segunda Parte: Servir a la Nación, Colaborando a Construir un Proyecto Cultural desde la Fe
La Nación Mexicana, afirman los obispos, es una realidad cultural que no puede ignorar que la fe en Jesucristo es una de sus más profundas raíces, que se manifiestan en buena parte en nuestro particular modo de ser como pueblo. No desconocemos, agregan, que en México existen otras raíces culturales u otras presencias sociales significativas que también contribuyeron a delinear el perfil de nuestro Pueblo. Lo que deseamos señalar, es que el cristianismo, como experiencia presente, ha configurado y de hecho continúa configurando una parte importante de la vida personal y comunitaria de los mexicanos. Afirman por ello que: “La nación es una realidad socio-cultural anterior al Estado. Esto quiere decir que nuestra Patria no nace a partir del poder político y sus instituciones, sino que emerge gradualmente, a partir del siglo XVI, como una realidad mestiza a partir de los pueblos autóctonos que eran eminentemente religiosos, desde la nueva propuesta de los pueblos europeos y desde la experiencia cristiana.
Estas consideraciones, nos dicen los Obispos, nos permiten comprender que la Nación Mexicana, entendida como una realidad cultural profunda, posee una soberanía anterior al Estado. De tal forma que acontecimientos históricos tan importantes, como la Independencia y la Revolución, deben ser interpretados en base a la continuidad del mismo pueblo que conforma esta Nación. El sustrato cultural de este proyecto al servicio de la Nación, que debe construirse por todos los mexicanos, dicen los Obispos, debe “privilegiar tres características, desde las que se entreteje nuestra cultura: a) el anhelo humano legítimo que busca libertad y justicia, a partir de los reclamos que brotan de la naturaleza profunda de cada persona; b) una inspiración cristiana que anima a las personas a luchar en favor de la promoción humana individual y social con una perspectiva trascendente, y c) un diálogo plural con el conjunto de ideologías que no siempre coinciden con la propuesta cristiana, pero buscan también el desarrollo humano” (No. 67).
Al abordar específicamente el tema de la libertad religiosa, señalan que se requiere de la vigencia completa del derecho humano a la libertad religiosa. Ésta la definen como el derecho de la persona que abraza no sólo a los creyentes sino aun a los no creyentes en su derecho a vivir con plena libertad las opciones que en conciencia se realizan sobre el significado y el sentido último de la vida. El ejercicio de esta libertad incluye tanto la vida privada como la pública, el testimonio individual y la presencia asociada, con el único límite del respeto al derecho de terceros.
Tercera Parte: Protagonistas Todos, en la Construcción de un Futuro con Esperanza
Nuestra conciencia, afirman, “debe mantenerse sensible frente a los nuevos rostros de pobreza y a los rezagos históricos de nuestro País. Dentro de los nuevos rostros de pobreza, nos afligen y preocupan sobre todo los millones de migrantes que no han encontrado las oportunidades para una vida mejor y se ven obligados a dejar lo más propio, una familia, un pueblo, o incluso la Patria que los vio nacer. Los desempleados, víctimas de la economía utilitarista; los campesinos desplazados por no pertenecer al mundo de la tecnología y del mercado global, y los indígenas, que siguen siendo los grandes excluidos del progreso y objeto de múltiples discriminaciones. Los niños en condición de calle en las ciudades y la situación de muchos jóvenes y adolescentes que desde su temprana edad son reclutados por el crimen organizado para participar en actividades ilícitas, sembrando en ellos gérmenes de maldad” (No. 112). Señalan que, los ideales de libertad, justicia e igualdad, por los que lucharon nuestros compatriotas en la Independencia y la Revolución Mexicana, nos siguen interpelando hoy con mayor fuerza. “Somos una sociedad marcada por graves y escandalosas desigualdades sociales y por nuevos rostros de violencia criminal que impiden nuestra reconciliación” (No. 114).
Ante esta realidad que nos apremia en el tiempo presente, los Obispos proponen a todos los sectores que conforman la sociedad, asumir tres prioridades fundamentales en el camino de nuestro desarrollo como Nación:
- a) Queremos un México en el que todos sus habitantes tengan acceso equitativo a los bienes de la tierra. Un México en el que se promueva la superación y crecimiento de todos en la justicia y la solidaridad; por lo que necesitamos entrar decididamente en un combate frontal a la pobreza.
- b) Queremos un México que crezca en su cultura y preparación con una mayor conciencia de su dignidad y mejores elementos para su desarrollo, con una educación integral y de calidad para todos.
- c) Queremos un México que viva reconciliado, alcanzando una mayor armonía e integración en sus distintos componentes sociales y con sus diferentes orientaciones políticas, pero unificado en el bien común y en el respeto de unos y otros.
Los Obispos mexicanos subrayan algunas implicaciones de cada una de estas prioridades y ofrecen algunos criterios de juicio y líneas de acción, en cada una de estas prioridades nacionales. De manera resumida, están, entre otras, las siguientes:
1.- Combate a la pobreza: No debemos acostumbrarnos nunca a un escenario de desigualdad social y a una pobreza creciente, como si se tratara de un fatalismo insuperable o un determinismo sin salida.
2.-Debemos reconocer la importancia que tiene la llamada estabilidad macroeconómica, que nuestro país ha alcanzado en los últimos años, para dar certidumbre a las inversiones que generan el desarrollo. También debemos señalar con la misma claridad que hace falta generar condiciones de justicia social para producir mayores empleos de calidad, que permitan un salario justo para una vida digna como personas, familias y sociedad (No. 120).
3.-No bastan los programas sociales asistencialistas, y tampoco las acciones de gobierno que sólo se concentran a dar respuesta a situaciones de emergencia o meramente circunstanciales. Las soluciones que México requiere, y que responden a su cultura, han de ser construidas desde la comunidad, contando con el apoyo subsidiario de otras dimensiones de la vida social y del Estado (No. 121).
4.-De manera especial deben ser atendidos los espacios deprimidos por la miseria urbana o rural, dado que allí está la primera exigencia de solidaridad y el primer foco de desestabilización social. Es allí donde el crimen organizado puede encontrar mucho más fácilmente manos desesperadas dispuestas para la violencia, donde la manipulación política y hasta religiosa pasa por encima de la dignidad de las personas para ganar adeptos, y donde se pueden generar estallidos sociales (No. 122).
5.- Por otra parte, en un aspecto igualmente delicado, debemos decir que nuestro sistema educativo está marcado por un laicismo mal entendido, que deja de lado los valores humanos universales como si se tratara de aspectos confesionales. Esta realidad tiene implicaciones graves, pues si no es capaz de reconocer valores universales, mucho menos tiene la posibilidad de comprender las realidades trascendentes del hombre, proyectadas en la cultura que nos caracteriza, y en concordancia con la trayectoria familiar de muchos de nuestros estudiantes.
6.-Una de las grandes tareas pendientes en nuestra historia es la reconciliación entre todos los que formamos esta gran Nación. Reconciliación con nuestro pasado, aceptando nuestras raíces indígenas y europeas, especialmente españolas, todas vigentes y actuales (No. 129).
7.- Todos los actores sociales estamos llamados a cerrar las puertas a cualquier tentación de emprender caminos violentos, que sólo provocan muerte, atraso y destrucción. Hoy debemos buscar caminos no violentos para avanzar juntos y superar nuestros problemas.
8.-Los católicos tenemos el compromiso de colaborar en la construcción de esta gran Nación Mexicana; no queremos ser excluidos, ni mucho menos pretendemos autoexcluirnos; al contrario, nos sabemos identificados con este pueblo y esta cultura tan nítidamente expresada en el rostro mestizo de Santa María de Guadalupe (No. 133).
9.-Ante aquellos que hoy buscan sembrar un estado de miedo y de muerte, mediante actividades ilícitas y delincuenciales, poniendo en riesgo todo lo que hemos alcanzado en nuestro camino histórico, como es la libertad y las instituciones democráticas que hemos construido juntos, debemos decir que la auténtica sociedad mexicana los repudia y la Iglesia los llama a una conversión que los haga reencontrar los caminos de bien y de justicia (No. 134).
10.-Finalmente, insistimos a los miembros de nuestras comunidades que, debemos promover la reconciliación al interior de las familias mediante el respeto y el perdón; difundir la reconciliación como una virtud de la experiencia comunitaria en nuestras parroquias y demás centros y organizaciones de nuestra actividad eclesial. La reconciliación debe ser un servicio de la Iglesia en medio de nuestra sociedad, a través del testimonio del respeto, del perdón y de la valoración de los demás, aun cuando haya grandes o graves diferencias. La Iglesia tiene como misión en el mundo extender el Reino de la Paz fundado en Cristo (No. 135).
Leer Documento completo:
http://es.catholic.net/catholic_db/archivosWord_db/carta_pastoral_bicentenario.pdf
Publicar un comentario