No ha pasado desapercibido un rasgo aparentemente periférico que en las manifestaciones de Ucrania y Venezuela ha terminado por ser característica importante: la dimensión cristiana que ha acompañado los sucesos. Con esto no se alude a motivaciones religiosas como motor de las reivindicaciones o de las denuncias ante gobiernos subyugadores; nos referimos más bien al cariz religioso cristiano como elemento de cohesión tanto de las multitudes que abarrotan las calles como de quienes se suman a ellas por medio de las redes sociales.
En Facebook, Twitter y Google+ el hashtag (etiqueta común que facilita seguir conversaciones en torno a una temática específica) #prayforVenezuela y #prayforUcrania ha terminado por convertirse en el punto de encuentro para quienes quieren conocer en tiempo real qué está pasando en ambos países o para quienes desean solidarizarse con la causa. Han usado el hashtag lo mismo millones de usuarios comunes que estrellas del espectáculo y del deporte: de Paulina Rubio a Juanes, pasando por Paris Hilton, Ricardo Montaner, Ricky Martin, Alejandro Sánz o Rihanna.
Evidentemente, el «pray» al que se alude («reza», en español) supone al menos una remota valoración de la oración y, en ese sentido, dice relación a Dios que es el destinatario final de las oraciones. Pero lo que acontece en las redes sociales no es un mero fenómeno reducible a las fronteras de lo digital.
Las numerosas fotografías de sacerdotes ortodoxos y católicos en medio de policías y manifestantes, tratando de ofrecer a ambos atención espiritual, han sido una constante en las manifestaciones de Ucrania. No pocas de esas fotos han pasado a ser verdaderos contenidos virales que han posibilitado conocer ese rostro muchas veces oculto de entrega por parte del clero en tantas ocasiones maltratado por la prensa generalista. Algunos corresponsales de medios internacionales comentaban desde Twitter la sorpresa que suponía ver tantos elementos de fe en las manifestaciones de los ciudadanos comunes (imágenes de la Virgen María en los estrados, crucifijos e iconos como bandera que clama justicia, etc.) hasta llegar a decir: «esto parece más una vigilia de oración que una manifestación política».
En Venezuela el acontecer no ha sido muy diferente: jóvenes estudiantes en las calles portan Rosarios y piden que sea la Iglesia católica la que medie en el conflicto entre ciudadanos y gobierno. El asesinato y las golpizas propinadas por militares y policías filo-chavistas hacia algunos sacerdotes no ha hecho sino cohesionar más al pueblo con la Iglesia que es también atacada en sus ministros de culto.
Es verdad que estos elementos también pueden ser usados para intereses mezquinos e incluso prostituirles en su sentido. Pero manteniéndonos en un plano meramente fenomenológico-sociológico no parece apresurado ver en todo esto la capacidad cohesionadora y de identidad que el cristianismo favorece todavía hoy, en medio de sociedades tan fraccionadas ideológicamente. Y esto lleva a poner los ojos en el acento de trascendencia que está detrás: después de todo, apelar a simbologías como las referidas y ampararse en el poder de la oración suponen una perspectiva horizontal, de la tierra al cielo, que, en definitiva, conlleva reconocer la necesidad de Dios, de su capacidad de intervención para el bien en el mundo y así como puerta de esperanza… También en la era de las redes sociales.
Publicar un comentario