“Ante el testimonio de un hermano o una hermana que vive plenamente esa vida (cristiana) la gente se pregunta: ‘¿Qué pasa aquí?’, ‘¿Qué lleva a esta persona más allá del horizonte mundano?’. Esto es lo primero: ayudar a la Iglesia a crecer a través de la atracción. Sin preocuparse de hacer prosélitos: atracción”, afirmó el Santo Padre durante la audiencia realizada en la Sala Clementina.
En ese sentido, recordó la radicalidad que, aunque deba caracterizar en formas diversas a todos los cristianos, para los religiosos asume la forma de testimonio de profecía. “El testimonio de una vida evangélica es lo que distingue al discípulo misionero y, especialmente, a los que siguen al Señor en el camino de la vida religiosa. Y el testimonio profético coincide con la santidad”.
“La verdadera profecía nunca es ideológica, no está en contraste con la institución: es institución. La profecía es institucional, no sigue la moda: es siempre un signo de contradicción según el Evangelio, como lo fue Jesús. Jesús, era un signo de contradicción para las autoridades religiosas de su tiempo.: los jefes de los fariseos y de los saduceos, los maestros de la ley. Y lo fue también para otras opciones y propuestas: esenios, zelotes”, expresó.
Francisco citó las palabras del Padre presidente de los Superiores Mayores: "No queremos combatir batallas de retaguardia, de defensa, sino estar en medio de la gente", con la certeza de la fe en que Dios siempre hace que su Reino germine y crezca.
El Papa señaló que “esto no es fácil, no es obvio, requiere la conversión; requiere, sobre todo, la oración y la adoración; y requiere compartir con el pueblo santo de Dios que vive en las periferias de la historia. Descentrarse”.
“Todo carisma para vivir y ser fructífero esté llamado a descentrarse, para que en el centro esté sólo Jesucristo. No hay que guardar el carisma como una botella de agua destilada, hay que hacerlo fructificar con coraje, confrontándolo con la realidad actual, con las culturas, con la historia, como nos enseñan los grandes misioneros de nuestros institutos”, indicó.
Finalmente reflexionó sobre la ayuda que la vida consagrada puede dar a través del testimonio de fraternidad, “de que se puede vivir juntos como hermanos en la diversidad porque en la comunidad no se elige antes; uno se encuentra con personas diversas por carácter, edad, educación, sensibilidad (...) y sin embargo, se intenta vivir como hermanos”.
“No siempre es posible, por supuesto... pero se reconoce que uno se ha equivocado, se pide perdón y se perdona. Y esto es bueno para la Iglesia, hace que circule en su cuerpo la linfa de la fraternidad. Y también es bueno para toda la sociedad”, señaló.
Pero esta fraternidad ''presupone la paternidad de Dios y la maternidad de la Iglesia y de la Madre, la Virgen María''. Una relación cultivada diariamente con ''la oración, la Eucaristía, con la adoración, el Rosario.
Francisco aseguró que “así cada día renovamos nuestro ‘estar’ con Cristo y en Cristo, y establecemos una relación auténtica con el Padre que está en los cielos y con la Madre Iglesia, nuestra Santa Madre Iglesia jerárquica, y la Madre María. Si nuestra vida se sitúa siempre en estas coordenadas fundamentales, también seremos capaces de fraternidad auténtica, de una fraternidad que da testimonio y que atrae”.
Publicar un comentario