El caso del cardenal es una cuestión vieja ya. Keith O’brien era obispo de Edimburgo, Escocia, y hace treinta y cuatro años se emborrachaba y mantenía relaciones sexuales con cuatro sacerdotes de la diócesis. Todos ellos adultos, por lo que nunca fue un caso de pedofilia.
O’brien ha pedido perdón por ello hace ya tres años cuando dejó la sede. Entonces renunció a participar en el cónclave que eligió a Francisco I Papa. Hoy ya no puede participar en ninguno.
Desgraciadamente, no es el único elemento del Colegio cardenalicio que da qué hablar. Hemos visto al cardenal Reinhard Marx ponerse el mundo por montera en varias enseñanzas clave de la Iglesia, y ha dicho que lo que salga del Sínodo de la Familia le parece muy bien pero que la iglesia alemana es independiente de Roma.
Este acceso luteranista no ha recibido respuesta. Ni en Roma, ni en Beijing. Hasta ese punto hemos llegado en que un príncipe de la Iglesia escupe sobre la misma y aquí todos callados, cuando lo que había que hacerle es mandarle motorista, como hacía cierto gallego del Siglo XX para despedir a sus ministros.
Y no menor escupitajo el de Richard Williamson, ordenado obispo por Marcel Lefebvre en 1988 y del que ha renegado la propia Fraternidad Sacerdotal San Pio X, harta de sus críticas a la misma, al Papa Benedicto y a la deriva de la Iglesia en general. Este sujeto recibió la revocación de su excomunión laetae sententiae por parte del anterior Papa pero nunca dejó de enmendarle la plana.
Finalmente, y tras una maniobra periodística de tiempos sospechosos, salieron a relucir declaraciones suyas hechas a una televisión por las que restaba importancia a las cifras del holocausto judío perpetrado por los nazis, no negándolo directamente pero incurriendo en una serie de declaraciones lamentables para cualquier cristiano, no digamos ya un obispo católico.
Finalmente, la propia FSSPX le dijo que hasta aquí habíamos llegado, y dadas sus continuas desobediencias al superior –algo, tristemente habitual en quienes no van a aceptar nunca el magisterio de la Iglesia católica posterior a 1962-, Williamson fue expulsado de la misma.
Lejos de aminalarse y encontrar una actitud penitente por su pasado, Ricardito ha ordenado nuevamente un sacerdote obispo. Así como ocurrió en 1988, sin mandato del Santo Padre, por lo que incurre en el mismo caso de quién le ordenó.
Pero esto último ya ni merece comentario. Poco hay que añadir a la biografía de una persona que nunca vivió como Católico sino que se tejió sus propio “Ghetto” en el que vive la mar de feliz.
Pero es un poco el caso de las tres personas que he mencionado. La comunión de la Iglesia, el ser responsable de las almas que tenían a su cargo, el transmitir en suma, los 2.000 años de tradición católica, de magisterio y de fidelidad a la sede petrina… Eso no va con ellos.
Que pueda reaccionar la Iglesia a tiempo, sin miedo a encarar a quienes tanto daño le hacen. Porque si a cada uno de nosotros se nos pedirán responsabilidades, no me gustaría estar en el pellejo de a quienes se les encargó transmitir la fe y terminaron convirtiéndose en el perfecto ejemplo de lo que no puede ser un prelado católico.
+Pax et bonum+
Miguel Vinuesa
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