Hoy he ido al cine a ver Macbeth, la película de Justin Kurzel. Me ha gustado mucho y me ha aburrido, las dos cosas. Al principio me ha entusiasmado, pero cuando llevas una hora viendo la película, se observa que el director abusa de elementos tales como la cámara lenta o la interpolación de escenas sin apenas movimiento. Al director le gusta detener la película y demorarse en un momento determinado, como si se detuviera el tiempo. Eso y el tono teatral de los diálogos hacen que, pasado cierto tiempo, la cinta comience a hacerse demasiado pesada.
Yo creo que la película hubiera ganado mucho si hubiese realizado una recreación perfecta de la Escocia del siglo XI. Pero no lo hace. El presupuesto es menor y la película se queda en gran obra de teatro. Pero no vemos ni una sola ciudad de ese reino. Nos hubiera bastado una ciudad de mil habitantes o una poblaci´pon de 500.
Muchos, pero muchos elementos, deliberadamente no son de la época. Y cuando yo sí que perdía toda concentración en la película era cuando aparecía la catedral. Una catedral gótica, inmensa, anacrónica, totalmente imposible en la Escocia del siglo XI. Para acabar de arreglar ese elemento que me desconcentraba, se coloca el trono en el lugar de esa catedra donde iría el altar.
Otro error de la obra, en mi opinión, es mantener los diálogos teatrales, artificiales de Shakespeare. Hubiera sido mejor traducirlos a lenguaje real de la época. Si el entorno es real, el diálogo debe ser creíble.
Me llamó la atención que el director no colocara hombres y mujeres racialmente escoceses. La etnia escocesa tiene elementos muy característicos. Por allí no aparecieron.
Aun así, la obra ofrece momentos geniales, sobre todo, al principio, cuando todavía no nos hemos cansado del abuso de los recursos artificiosos de la imagen. El trailer de la película es cien veces mejor que la obra completa.
Pero le falla el ritmo. La obra de Kurzel se ve incapaz de conservar el interés e, incluso, la atención de la audiencia presentando drama y más drama. Desde el primer minuto, hasta el último. Una buena película presenta ciertas alternancias, ciertos descansos. Lo hubiera logrado si se hubiese recreado en cosas tales como la coronación de un rey de esas tierras en mitad de la Edad Media, pasa de puntillas por esa escena, no creo que dure más de diez segundos. Se hubiera podido recrear en lo que era un banquete real en un castillo, no lo hace. Hubiera podido pintar ante nuestros ojos la vida de una población de un millar de habitantes, no lo hace.
Sea dicho de paso, la corona es totalmente falsa. Los habitantes de las Islas Británicas eran bien conocidos, en esa época, por su maestría metalúrgica. Además, les fascinaba el oro. Una corona como la que aparece en la frente de Fassbender no resulta creíble para nada. Como las vestiduras de los obispos que aparecen, totalmente anacrónicas. Pero, insisto, el gran fallo está en el ritmo del guión.
Sea dicho de paso, la escena de las brujas de la película de Polansky es formidable e impresionante, la de Kurtzel pésima. ¿Es que Kurtzel no había visto la versión de Orson Welles? Kurtzel ha logrado quitar toda la fuerza al oráculo de las brujas, que es el momento con más fuerza de esta obra de Shakespeare, más que la misma muerte del rey Duncan. ¡A quién se le ocurre resumir el oráculo del comienzo! Pues se le ha ocurrido a este director.
Pero, insisto, en que si se le quitan todos los fallos, queda una buena película.
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