La Misericordia de Dios es Cristo

Anciana y cobija DIF Jal

La palabra Misericordia tiene muchas acepciones en la Sagrada Escritura. Significa amor, ternura, compasión, piedad, fidelidad, conmiseración, clemencia, bondad, solidaridad… Dios Padre es la fuente originaria de la Misericordia, que manifiesta su ternura y compasión con ocasión de la miseria humana, del hombre caído en el pecado, y decreta salvarlo a costa de Sí mismo, pues como dice San Juan (3,16-17), “tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo único para que el mundo se salve. O como se expresa San Pablo: el Amor de Dios se muestra en que, siendo pecadores, Cristo murió por nosotros (Rom 5, 6-8). El Señor Dios, que detuvo la mano de Abraham para que no sacrificara a su hijo Isaac, no detuvo la suya propia, sino que entregó a su Hijo amado a la muerte por nosotros (Rom 3, 32).
Jesús, resumen y modelo
Cristo es, pues, la expresión más elocuente del Amor infinito y de la Misericordia del Padre Dios por los pecadores, pues lo envió a pagar por nosotros y a reconducirnos a su Casa como a ovejas perdidas.
Jesucristo es igualmente misericordioso como el Padre, solidario y compasivo con nosotros: haciéndose hombre, se hizo hermano nuestro, vivió todas nuestras situaciones, a excepción del pecado, para así poder compadecerse. El Amor y la Compasión de Cristo llegan a su máxima expresión en la Cruz, donde voluntariamente se ofrece al Padre como sacrificio de expiación por los pecados del mundo. Éste es el ofrecimiento que hace en el momento mismo de entrar en el mundo. Al encarnarse, le dice al Padre: “los sacrificios de animales irracionales no te agradaron, pero me diste un cuerpo, y aquí estoy Yo para hacer tu Voluntad” (Hebr 10, 5-10).

Capacidades diferentes

Lo difícil de ser imitadores
En este Año de la Misericordia hemos de disponernos a gozar de la Misericordia infinita de Dios, que todo lo perdona al que se arrepiente. Pero habremos de tener en cuenta que se nos manda ser misericordiosos como el Padre Celestial es misericordioso y cariñoso con todas sus criaturas.
Siempre he creído que la página más exigente y difícil del Evangelio es aquella que nos manda amar a los enemigos, bendecir a los que nos maldicen, hacer el Bien a los que nos hacen el Mal y orar por los que nos persiguen y calumnian, a fin de ser hijos del Padre Celestial, que es bueno con todas sus criaturas (Mt 5, 43ss).
Cuando el hombre descubre su miseria espiritual y se reconoce pecador, es cuando se le empieza a revelar la Misericordia de Dios. Y si el hombre no se endurece contra su hermano, entra él mismo en el ámbito de esa ternura divina.
La tarea del Año Santo es disponernos a recibir la Misericordia de Dios, que no conoce más límites que la dureza del pecador. Y, a la vez, practicar la Misericordia con nuestros hermanos, perdonando y ayudando con las Obras de Misericordia corporales y espirituales.
Esta Navidad cae dentro del Año de la Misericordia, que pone de manifiesto la inmensa bondad y benignidad de nuestro Dios que viene al rescate del hombre pecador para hacerlo hijo de Dios y heredero de su Gloria.

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