En pleno Año Santo de Misericordia

El martes 8 de diciembre, Solemnidad de La Inmaculada Concepción de la Virgen María, el Papa Francisco presidió la Santa Misa con ocasión del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, y abrió la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro, del Vaticano.

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Durante la homilía, el Papa se refirió así al Dogma de La Inmaculada: “La Fiesta de La Inmaculada Concepción expresa la grandeza del Amor de Dios. Él no sólo perdona el pecado, sino que en María llega a prevenir la culpa original que todo hombre lleva en sí cuando viene a este mundo. Es el Amor de Dios el que previene, anticipa y salva. El comienzo de la historia del pecado en el Jardín del Edén desemboca en el proyecto de un Amor que salva. Las palabras del Génesis nos remiten a la experiencia cotidiana de nuestra existencia personal. Siempre existe la tentación de la desobediencia, que se manifiesta en el deseo de organizar nuestra vida al margen de la Voluntad de Dios. Ésta es la enemistad que insidia continuamente la vida de los hombres para oponerlos al diseño de Dios. Y, sin embargo, también la historia del pecado se comprende sólo a la luz del Amor que perdona… La Virgen Inmaculada es, para nosotros, testigo privilegiado de esta promesa y de su cumplimiento”.
Luego, dirigió su atención hacia el Año Santo de la Misericordia, convocado por él mismo mediante la Bula Misericordiae Vultus el 11 de abil: “Este Año Extraordinario es también un don de Gracia. Entrar por la puerta significa descubrir la profundidad de la Misericordia del Padre, que acoge a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno. Es Él el que nos busca. Es Él el que sale a nuestro encuentro. Será un año para crecer en la convicción de la Misericordia. Cuánto se ofende a Dios y a su Gracia cuando se afirma sobre todo que los pecados son castigados por su Juicio, en vez de destacar que son perdonados por su Misericordia. Sí, así es precisamente. Debemos anteponer la Misericordia al Juicio y, en cualquier caso, el Juicio de Dios tendrá lugar siempre a la luz de su Misericordia. Que el atravesar la Puerta Santa, por lo tanto, haga que nos sintamos partícipes de este Misterio de Amor”.

Indulgencia del Padre
El Año Santo de la Misericordia –que en ese día comenzó– y que lleva por Lema “Misericordiosos como el Padre”, se extenderá hasta el día de la Solemnidad Litúrgica de Jesucristo Rey del Universo, el 20 de noviembre de 2016. Es un año en el que todos podremos alcanzar el don de la Indulgencia Plenaria, como la misma Bula Misericordiae Vultus lo expresa: “El Jubileo lleva también consigo la referencia a la Indulgencia… En el Sacramento de la Reconciliación, Dios perdona los pecados, que realmente quedan cancelados; y sin embargo, la huella negativa que los pecados dejan en nuestros comportamientos y en nuestros pensamientos, permanece. La Misericordia de Dios es, incluso, más fuerte que esto. Ella se transforma en indulgencia del Padre que, a través de la Esposa de Cristo, alcanza al pecador perdonado y lo libera de todo residuo, consecuencia del pecado, habilitándolo a obrar con caridad, a crecer en el amor, más bien que a recaer en el pecado”.
La Indulgencia podrá ser recibida una vez al día para aplicarla a uno mismo o a un difunto, y podrá ganarse haciendo una breve peregrinación hacia la Puerta Santa, abierta en cada Iglesia Catedral, en los Santuarios donde se abra la Puerta de la Misericordia, en las iglesias que se identifican como Jubilares, en las iglesias establecidas por el Obispo Diocesano, y en las cuatro Basílicas papales de Roma. Se deberá profesar la Fe, orar por las intenciones del Santo Padre y practicar las Obras de Misericordia Espirituales y Corporales.

Compromiso con la caridad
Recordemos que las Obras Espirituales son: enseñar al que no sabe; dar buen consejo al que lo necesita; corregir al que se equivoca; perdonar al que nos ofende; consolar al triste; sufrir con paciencia los defectos del prójimo, y rezar a Dios por los vivos y los difuntos. Y las Obras Corporales son: visitar a los enfermos; dar de comer al hambriento; dar de beber al sediento; dar posada al peregrino; vestir al desnudo; visitar a los presos, y enterrar a los muertos.
Al término de su homilía, con ocasión de la Apertura del Año Santo, el Vicario de Cristo estableció un compromiso, que dirigió a todos los creyentes para que lo asumamos formalmente durante todo este Año de Misericordia: “Que al cruzar hoy la Puerta Santa, nos comprometamos a hacer nuestra la misericordia del Buen Samaritano”.

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