Un rico tesoro de letras y notas

Los Villancicos
Una bella y ancestral tradición, aún vigente

La Catedral de Guadalajara atesora un rico reservorio de música y cantos propios del Adviento y de la Navidad, que gradualmente han sido recuperados, puestos al día e interpretados por el Coro de Infantes.

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José de Jesús Parada Tovar

Por principio de cuentas, nos topamos con una novedad, de raíz antiquísima: lo que conocemos como “Villancicos” por su procedencia de villas o villorrios españoles como cantos populares, anteriormente se llamaron “Chanzonetas”, cuya traducción de Diccionario dice a la letra: “Copla o composición festiva, en verso, que se entonaba en la Navidad”.

Los inicios en estas tierras
Para conocer un poco de la oriundez y trajín de estos cantos, platicamos con el Maestro Aurelio Martínez Corona, Director General del Colegio de Infantes de la Catedral Metropolitana, quien se remitió al conocido dato de que “San Francisco de Asís hizo la Primera Representación de la Navidad ‘de bulto’, y fueron precisamente los Franciscanos quienes trajeron los Villancicos. Fray Pedro de Gante organizó la primera escenificación en México, y el primer Villancico que escucharon los indígenas fue: ‘Ha nacido el Redentor’.
“En la Nueva Galicia, hoy Occidente de México, hubo una hermosa tradición, que aparece en las Crónicas: ‘Los Nexcuitiles’ (palabra náhuatl que significa las representaciones teatrales), que hacían los indígenas. Los Misioneros las retomaron y utilizaron como instrumentos de Evangelización. Ellos hacían sus personajes, vestuarios, tramoyas, y fue como crearon y nacieron tradiciones como ‘Los Paix-tles’, en Tuxpan, que es un Baile de Navidad. Previamente, se dirigen a la montaña y le piden al monte permiso de traerse heno para confeccionar sus trajes, y usan máscaras de tez muy blanca, tipo europeo… Los Franciscanos, por cierto, admitieron ese sincretismo del baile en las celebraciones religiosas.
“En 1550, ya con guión escrito, en Tlajomulco se representó el ‘Auto de los Reyes’, primera obra de Teatro en castellano que aún queda de los españoles, incluyendo cantos. Desde el Cerro de la Estrella hacían bajar, con cuerda, la figura de una gran estrella, con los Reyes Magos cabalgando durante dos horas y bajando hasta el pesebre, hecho de tablas, en cuyo derredor bailaban los ángeles y cantaban el ‘Gloria in excelsis Deo’ y otros Villancicos con partes en náhuatl y partes en latín. Los indígenas ‘pastores’ llevaban como ofrenda chiquihuites con calabazas, mientras otros danzaban y tocaban instrumentos atabales de su usanza”.

Arraigo cultural
“En la primera mitad del Siglo XVI –prosiguió relatando el Director de los Infantes–, el primero que compuso música para los naturales fue Fray Andrés de Olmos, de gran influencia en el Occidente, mientras que Fray Juan de Gaona lo hizo en Michoacán, y Fray Juan de Padilla concretamente en Zapotlán el Grande, donde fundó una Escuela de Música en 1533.
“Cabe notar que existe mucha música de autores anónimos, a la que los propios autóctonos hicieron adaptaciones, de lengua y de personajes, aportándole con ello a las costumbres navideñas españolas. Santa Ana Tepetitlán, por ejemplo, guarda muy celosamente la tradición de una exclusiva Pastorela ‘de negros’.
“Y es que en época de la Colonia los momentos fuertes en que la música salía del Templo eran el Corpus Christi y la Navidad, lo cual agradaba a los catecúmenos o nuevos fieles, los involucraba y los animaba a preservar sus tradiciones. Es el caso de las Cofradías, encargadas de las representaciones escénicas, de las cuales quedan varios ejemplos. “Afortunadamente, la música permanece en la tradición oral, y hay Parroquias urbanas con Teatro propio, como San Felipe de Jesús, San Juan Bosco y otras, que en Navidad presentan Pastorelas de arraigo por generaciones”.

Padres cantantes

Interesantes datos descubiertos
Con disfrute y emoción, el Maestro Martínez Corona, Investigador y transcriptor de los Archivos Musicales Catedralicios, reveló: “Como primicia, doy a conocer que en las Actas del Cabildo Metropolitano hay un dato de 1570 que asienta que se le paga al Padre Antonio de Vera Castellanos, quinto en la sucesión de los Directores de los Infantes, por hacer Coplas, representaciones, y por enseñar a los Mozos. Así, la Catedral tenía todo dispuesto para solemnizar la Navidad, preparar los instrumentos y comprar papel para transcribir las ‘Chanzonetas’ de Navidad. Este término entró a la Nueva España antes que el de ‘Villancico’, que se conoció hasta el Siglo XVII, y en protocolos notariales”.
He aquí un ejemplo de Copla, del Siglo XVIII, hallado en los Archivos tapatíos, y que es el más antiguo de su tipo: “Mira, que perdido bajas a la Tierra,/ y a ganarnos dices que vienes a ella;/ mas, naciendo pobre para tanta empresa,/ muestras que no puedes, de tu Providencia./ Ahí, palidito, enamoradito, son todas tus señas./ ¡Siga, siga, prosiga, que es lindo el juguete!/ ¡Pica, pica, repica, que el Niño se alegra!” Su autor, el eminente y prestigiado Compositor Ignacio Jerusalem, y específicamente dedicada a Guadalajara, pues había trabajado él en otras partes.
Hay otras obras selectas, como la del Maestro Francisco Rueda: “Peregrino Infante”, un Minueto que cantaban y bailaban los Seises (Solistas). Cada año, los Mozos de Coro mudaban vestuario para estrenar y bailar las Coplas. Rueda, trajo, de Cádiz, sainetes y música (“Juguetes”), que se armonizaban con sonajas, triángulos, castañuelas y panderos. Con el tiempo, la Petición de Posada y los Villancicos en los Templos y Colegios se acompañaban de güíjolas, silbatos y el sonido de cascabeles y campanitas en los báculos. En lo propiamente litúrgico, existe obra, ya impresa, de Palestrina y otros célebres autores, incluyendo Tocatas para Órgano, como también de contemporáneos nuestros de gran renombre, como el Maestro Hermilio Hernández López, con su monumental Cantata de Adviento, e incluso muy actual, de su sucesor Organista Titular de la Catedral, el Maestro Héctor Salcedo Becerra.

Posada en Seminario

Influencias, Ritos y Creatividad
De privilegiada memoria y discurso fácil, nuestro entrevistado prosiguió: “Desde tiempos de la Colonia nos llegó mucha música de Morelia, como también les enviamos de acá. Sobresale la obra del Maestro Miguel Bernal Jiménez. El ya fallecido Canónigo José Pilar Valdés Ríos dejó un Libro de piezas breves de Navidad, entre ellas un Villancico-Danza, del Siglo XIX, de Vicente Falcón, que se aplaude y baila.
“En el Adviento cantamos en Gregoriano el Introito y lo demás correspondiente a la Misa dominical, así como los Motetes ‘Puer natus est nobis’ y un ‘Rorate coeli’ del Siglo XVI a cinco voces, al igual que un ‘Venite, Jesu’, de Mendelssohn. Todo ello permite continuar la tradición litúrgica y, simultáneamente, innovar a través de composiciones del Maestro Salcedo e incluso mías”.

Olvido y déficit de Profesionales
Martínez Corona coincidió en que la otrora típica Misa de los Pastores, del Músico italiano Pietro A. Yon, que data de principios del Siglo XX y se canta hasta a cuatro voces, “tiene un ritmo pastoril de seis octavos y melodía agradabilísima, fácil de aprender”. Y espetó enseguida una cruda advertencia: “Dejó de usarse, simplemente porque ya no hay Organistas que la toquen. Hoy en día, por desgracia, hay pocos Cantores que leen partitura y no tienen práctica en canto sacro. Además, desapareció prácticamente la figura del Organista de Iglesia, y con él, el acompañamiento práctico para ceremonias más exigentes.
“Ciertamente existen Coros; incluso los hay buenos y hasta ofrecen espectáculo, pero no servicios litúrgicos. Y es que, actualmente, un Coro que prepare una Misa de Navidad, debe prescindir de fiestas pre-navideñas y no se disciplina ni tiene tiempo para ensayos (como era antes, pues). La Misa de los Pastores fue una tradición de casi cien años. Ahora estamos escasísimos de Profesionales de la Música Sagrada”.
Otro canto del Pedimento de Posada, clásico durante decenios, es el del michoacano Abel L. Loreto, entonado a dos voces: “En nombre del Cielo, buenos moradores, dad a unos viajeros, posada esta noche./ La hora de pedirla no es muy oportuna; marchad a otra parte, y buena ventura./ Mi esposa padece, por piedad os ruego que, por esta noche, le deis el sosiego…”.
De Abel Loreto son también, a tres voces, Las Tres Caídas y Las Siete Palabras; obras todas que fueron introducidas aquí y difundidas por el Maestro de Capilla, Luna, quien fue su alumno. “Lo mejor que ocurrió fue el haber transcrito y enseñado toda esa música igualmente en las Parroquias, pues, además de su belleza, quedó su espíritu y tradición propia. La obra de ese autor posee tonalidad diferente, que le gustaba al pueblo porque le era próximo. Hay música bien hecha, de Organistas como Nuño o Jesús Parada Escobedo, que incluyen Misas y Te Deum a cuatro voces, que le agradaban a la gente por su cercano contacto y su sentido litúrgico. Y esas obras, añadidas a Motetes, Misterios del Rosario y Cantos Comunitarios, florecieron entre las décadas de 1930 a 1980 del siglo anterior”, terminó señalando el Maestro Aurelio Martínez.

El Archivo Catedralicio de Música dispone de unas 230 partituras de Música y Cantos propios de la Navidad. El Archivo del Colegio de Infantes de la Catedral Metropolitana de Guadalajara posee 400 obras transcritas diversas.

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