EN EL JORDÁN
¡En el Jordán, el más maravilloso
Ser que haya pisado este suelo,
levanta su mirada rumbo al cielo
y lo que mira y oye es prodigioso!
“Este es mi hijo amado…” jubiloso
clama tu Padre Dios, y con gran celo
te infunde fortaleza y da consuelo
para que cumplas tu misión gozoso.
No sé si te incomoden, oh Jesús,
mis preguntas: ¿Si tú nos amas tanto…
o lo haces por una consecuencia.
De tu Divino Ser de esencia…
O lo harás, escondido bajo el manto
de tu linaje humano, en una Cruz?
EN EL DESIERTO
Yo sé que en el desierto, al ser tentado,
tuviste siempre una actitud galana
al asumir la condición humana
para luchar y vencer a nuestro lado.
Nos enseñaste, oh Maestro amado,
cómo encontrar la fuerza que nos sana
para nunca morder esa manzana
que nos seduce y lleva al pecado.
Si el tentador creyó hacerte caer
mercadeando sus falsas fantasías
de riqueza, de honor y de placer…
no imaginó que Tú nos dejarías
tu Espíritu que vence su poder,
cumpliendo tus bellas utopías.
EN EL MONTE
En el monte, allá arriba, reluciente,
de tus amigos abres la conciencia
y les quitas del miedo la demencia…
al brillar, como un Sol, resplandeciente.
La voz desde la nube es aliciente
que nos hace sentir la complacencia
de tu Padre que aprueba tu experiencia
de pasar por la Cruz, siendo obediente.
Lo afirma: “Éste es mi hijo muy amado.
Escúchenlo”. Tu vida luminosa
es camino a seguir con gran confianza.
Contigo comenzó la Nueva Alianza
que nos confirma esta visión gloriosa
para adorarte en Cruz, crucificado.
EN EL BROCAL DEL POZO
Cansado del camino, al mediodía,
te habías sentado en el brocal del pozo,
y tu alma se inunda de alborozo
al ver a una mujer que a Ti venía.
Al mirarte se incendia de alegría,
y al oírte que no tenía esposo,
ella no pudo contener el gozo
que al encontrarte, en su interior, sentía.
¿Cómo es que a mí me pides de beber
si soy samaritana y soy mujer?
¿Cómo es que brota tan lozana
esa agua tuya en tu fontana?
¡Esta nueva pasión que en mí aflora
yo ya quiero vivirla desde ahora!
EN LA CASA DEL PADRE
Y volveré a tu casa y te diré:
yo pequé contra el Cielo y contra ti,
y cientos de pecados cometí,
y tu herencia en los vicios me acabé…
Sólo placeres turbios yo busqué,
y entre malditos cerdos aprendí
que en los chiqueros todo lo perdí
y la felicidad nunca encontré…
Mas, luego de vagar por los desiertos…
Hoy que vuelvo a tu casa, arrepentido,
me desvistes del miedo y del temor.
Con tus brazos de Padre,
siempre abiertos,
la fiesta del perdón me has ofrecido…
bañándome de besos y de amor.
EN LA OSCURIDAD
Estrenando el hijo ciego su mirada,
se abrió a la fe con todos sus sentidos
que, en lo oscuro, yacían enteleridos
y hoy gozan tu Gracia inesperada.
“¿Quién lo curó?” Con saña despiadada
preguntan los doctores engreídos
a los padres del ciego, sorprendidos,
por su torpe ceguera tan cerrada.
Siendo Tú, mi Jesús, La Luz del Mundo,
que devuelves la vista al hombre ciego,
no se dejan por Ti iluminar.
Con su orgullo tan alto y tan profundo,
prefieren refundirse en el fuego
de su soberbia ley… antes que amar.
EN LA AMISTAD
Para tu buen amigo eres la vida
que adelanta tu triunfo por la Cruz,
la fuente agua viva y la luz,
eres la Nueva Alianza prometida.
Eres la Humanidad ya renacida,
sin lastres, sin ponzoñas y sin pus;
eres siervo sufriente, eres Jesús,
eres nuestra esperanza ya cumplida.
“Si Tú hubieras estado con tu amigo…
él aún nos hiciera compañía”,
te reprochan la Martha y la María.
“Lázaro, sal afuera a caminar”,
y a tus hermanas ven a consolar.
¡Levántate, te ordeno, ven conmigo!
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