Pbro. José marcos Castellón Pérez
La acción pastoral, que tiene como finalidad la evangelización, tienen como principal protagonista al Espíritu Santo, que a través de su acción mueve los corazones a la conversión, revitaliza las estructuras, renueva la faz de la tierra. La gracia de Dios es la que realiza la evangelización y sin la cual, ninguna acción podría ser auténticamente evangelizadora. Sin embargo, Dios nos ha revelado y realizado su Plan de salvación, por la mediación de algunas personas, instituciones y proyectos humanos.
Al llamar a Abraham y hacer alianza con él a través de las promesas, Dios permite a su Pueblo, seminalmente contenido en el Patriarca, ser coartífice de la historia de la salvación, proyectar un futuro esperanzador, iluminado por el horizonte de las promesas divinas; Israel no es depositario pasivo de la promesa, sino que es un pueblo responsable, es decir, capaz de dar una respuesta a una llamada previa, libre y graciosa del Dios que se le comunica.
Los Padres de la Iglesia llamaban a ese Plan de salvación de Dios: Economía porque, así como se utilizan planificadamente los recursos materiales para el sostenimiento de una casa, así el Señor de forma pedagógica y procesual, siempre ascendente, se ha revelado y ha actuado realizando progresivamente las promesas hechas a los Patriarcas, hasta su cumplimiento pleno en Cristo Jesús, el Salvador del mundo. Dios no ha actuado de forma definitiva desde el inicio, si no quiso que Israel, y después la Iglesia, aprendieran a caminar paso a paso hasta llegar a la Tierra Prometida, la Jerusalén celestial, muchas veces entre tropiezos y caídas, pero nunca sin perder el rumbo.
Algunos agentes de pastoral han pensado que para la acción evangelizadora, tratándose principalmente de una obra del Espíritu Santo, no necesita una planificación con recursos humanos; otros, por el contrario, quieren planificar tanto la acción pastoral que parecen pretender contener la fuerza del Espíritu en los esquemas de un plan. Son dos grandes tentaciones que tienen su origen en antiguas herejías. La primera, pretendía anular la participación humana en la salvación por considerar que nunca podría el hombre ser digno de recibir algo de Dios. La otra, consideraba la acción de Dios sólo como una ayuda externa, como si la salvación se lograra solamente por los méritos y las capacidades humanas. Estas herejías se expresan en nuestro tiempo también, a través del rechazo de un plan o en el reducir la evangelización a un proyecto sin horizonte trascendente.
El plan pastoral no suple la acción de Dios, sino que es un instrumento de ella, un medio para que la recepción humana de la acción divina sea más eficaz. Incluso, podemos pensar que el mismo plan, cuando se hace desde la mirada de Dios y con criterios evangélicos es ya también un gesto evangelizador. Ya decía santo Tomás que la gracia no suprime la naturaleza, sino que la supone, la perfecciona y la vuelve plena.
* Nos unimos al dolor por
la pérdida del Pbro. J. Miguel.
Exigimos justicia expedita.
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