Buscamos información, personas, sucesos, eventos críticos y dudas; nos conectamos para realizar una receta de cocina, tomar terapia, buscar pareja. La vida de las nuevas generaciones sucede a través de buscadores, redes sociales, influencers y youtubers
Por Mary Velázquez Dorantes
El mundo ha dado un vuelco de 180°. ¿Cómo pueden los padres entender a sus hijos?, ¿cuál es la estrategia para comunicarse con las nuevas generaciones?, ¿en realidad son tan diferentes? La multiplicación de pantallas se ha instalado cómodamente en la vida de todos. Ahora se tiene un dispositivo para cada acción, la tecnología crece rápidamente, algunos se suben al tren, otros ya están viajando.
JÓVENES DETRÁS DE ELLAS
Relojes inteligentes, auriculares sin descarga, ecosistemas digitales en los que muchos están creciendo y otros ya nacieron con ellos integrados. Un mundo envolvente donde los jóvenes gastan su energía mental, cada aparato tecnológico es la pieza clave para añadir nuevas experiencias, las tendencias son aplicaciones tras aplicaciones, en tiempo real y con la posibilidad de crear nuevos rostros, nuevas vidas.
Algunos expertos se preguntan si las nuevas generaciones están solas a causa de la tecnología o si la soledad llama a la tecnología. Los resultados suelen ser estremecedores cuando de salud mental y social se trata.
La idea de ser social ha transformado el escenario de vida de quienes oscilan entre los 13 y 25 años de edad. Las redes sociales están pobladas aparentemente de adolescentes y jóvenes extrovertidos, todo está un clic de distancia. Sin embargo, también existe un mundo de redes sociales de aquellos que sienten y experimentan la soledad de estar conectados, conectarse a un sin fin de nuevas plataformas también es una escapatoria para la timidez y una vida sola. Sociólogos y antropólogos sitúan a las pantallas frente a los jóvenes y no la inversa. Señalan que éstas han dominado los espacios culturales y personales. Se cree ser libre detrás de una pantalla, bajo el pretexto de que son herramientas que ayudan a vivir mejor.
¿ADAPTARSE AL NUEVO MUNDO?
Como resultado de esto, las personas viven solas en un mundo digital. Algunos indicadores como las tasas de divorcio y las disoluciones familia- res son parte de esta ola tecnológica. Expertos de la Universidad de Chicago afirman que el surgimiento de aparatos tecnológicos ha disparado el sentimiento de soledad entre los seres humanos. Al mundo globalizado parece interesarle más las ventas que los efectos que se están produciendo alrededor de la tecnología.
Las nuevas generaciones pasan 11 horas al día viendo pantallas. Algunos psicólogos las denominan pantallas vampiro, debido al exceso de atención que exigen en nuestras vidas.
La adicción a las pantallas está exigiendo que las generaciones se adapten a este nuevo mundo. Investigaciones sobre la psicología de la personalidad están demostrando que juegos «inocentes» como Tetris o Candy Crush provocan un grado de agresividad en adolescentes, la vida cotidiana se vuelve tecnológica y los efectos se manifiestan. La tecnología móvil tiene grandes ventajas: está reconstruyendo una forma diferente de interactuar. Junto con los beneficios también llegan las desventajas. Es la ley del equilibrio; no obstante, se ha abrazado sin cuestionarla. Algunos llaman al mundo como «el de antes y el de ahora».
EL DESAFÍO
► No darles pantallas a los bebés.
► Que los jóvenes recuperen sus vínculos afectivos.
► Que padres y maestros se tomen en serio la responsabilidad de educar a las nuevas generaciones.
► No reemplazar las experiencias de un consejo o una conversación con los padres.
► Que el entendimiento, la identidad, y la realidad no se observan en una pantalla.
APROVECHAR EL DÍA
► Vivir todos los días del año unas horas alejados de las pantallas.
► Durante la mañana apagar el teléfono móvil.
► Una noche sin televisor para abrir la mente a la música, la conversación y la lectura.
► Medio día sin checar el WhatsApp.
► Medio día sin checar el Facebook .
► Aprovechar los momentos de ocio para meditar nuestra vida.
Publicado en la edición impresa de El Observador del 14 de octubre de 2018 No.1214
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