Guerrero: Sacerdocio contra injusticias

Luis Daniel Tadeo Velázquez
Román Ramírez Carrillo

Guerrero (2)

Señor, dame un corazón de Buen Pastor para que mi amor no tenga límites, que nunca me canse y nunca me dé por vencido. Orienta mi corazón para incluir a todos y buscar a las 99 ovejas, y especialmente  a la extraviada, y que mi corazón tenga la alegría de tu caridad.
Es el inicio de una oración que, sacerdotes de la Provincia Eclesiástica de Guerrero, musitan diariamente junto con las oraciones de la Liturgia de la Horas.
El sacerdocio en México es una actividad de alto riesgo. Ejercer el ministerio implica dificultades y retos propios del entorno social del país. El Estado de Guerrero tiene los mayores índices de asesinatos en el año, un territorio terriblemente golpeado por la violencia, síntoma inequívoco de un estado fallido en la entidad.
Es ahí justamente donde algunos sacerdotes encuentran su cercanía con Dios, en las dificultades y lo complicado del entorno. Sacan fuerzas de su espiritualidad para guiar al rebaño, como buenos pastores, en territorios llenos de violencia.

Caminar con la gente
En Guerrero la gente vive con temor y miedo, es imposible moverse de manera tranquila, sobre todo en la serranía. Los traslados que comúnmente eran de minutos, son ahora extensas jornadas por el cierre de caminos o los conflictos entre bandos enemigos, pero, entre todas estas dificultades, los sacerdotes caminan con la gente, llegan hasta los más recónditos lugares para ofrecer consuelo, paz y esperanza. Las necesidades de la gente no se detienen con la violencia, por el contrario, se hacen más presentes.
La realidad social en el estado, está marcada por la carencia en los servicios públicos y en su infraestructura. La educación es un grave problema en las zonas de difícil acceso; lugares que poco a poco se fueron convirtiendo en zonas donde el narcotráfico se ha establecido a sus anchas. El fenómeno de la amapola ha repercutido en la inestabilidad social. Los campesinos, los que no migraron, siembran la flor de la amapola para sobrevivir.
La situación de criminalidad reinante en Acapulco, crítica por donde se vea, que afecta por igual a los habitantes, turistas y empresarios, se acerca cada vez más a un escenario donde no existe autoridad capaz de imponer la ley y el orden.
En picada han caído las visitas de turistas y con ello la entrada de divisas, lo que agrava la precaria situación de la población de la Arquidiócesis, ya de por sí en situación límite, pues el otro gran problema es la pobreza; Acapulco se encuentra en el centro de la batalla que mantienen organizaciones criminales por la “plaza”.
Jugarse el pellejo
y consolar a los afligidos
El sacerdote en esa realidad, es, ante todo, un amigo cercano que busca generar confianza, que dialoga y escucha para el bien de la comunidad; es mucho más que una figura religiosa, en algunos lugares se convierte en la única fuente de paz y consuelo para las familias y víctimas de la violencia, por los  asesinatos, extorsiones y cientos de desaparecidos.
Guerrero y su población, padecen hoy la crisis de inseguridad y violencia más grave de toda su historia. El puerto de Acapulco se encuentra en el tercer sitio, entre las ciudades con mayores índices de violencia del mundo.
En medio de la adversidad, la luz de la fe se hace presente cuando el camino parece cerrado, complicado o hasta imposible.

Verdad y justicia a las
víctimas, una prioridad pastoral
En septiembre de 2018, con la presencia de sacerdotes de las diócesis de la Provincia Eclesiástica de Acapulco, el Arzobispo Leopoldo González González, inauguró  -en la parroquia de San Cristóbal, en la colonia Progreso- el Memorial a las Víctimas de la Violencia, con el propósito de dignificar la vida de víctimas y desaparecidos que, en su primera fase, incluye los nombres de 200 personas, entre las que figuran sacerdotes asesinados, periodistas y personas víctimas de la violencia.Mons. Leopoldo González expresó: “Queremos que el memorial sea un espacio en el cual se mantenga viva la memoria de quienes fueron asesinados o desaparecidos por las diferentes violencias y que nunca se repitan estos crímenes, que se conozca la verdad y que se actué en justicia”.
El artista Raúl Fombona y el arquitecto Alberto Guinto, fueron los encargados de consolidar la obra, la cual está abierta a la población y la intención primordial es honrar la memoria de quienes fallecieron o se encuentran desaparecidos.
Mons. González, acompañado por varios sacerdotes de la Provincia,  hizo un llamado a la conversión, el perdón y la reconciliación y por la solidaridad de la sociedad para ayudar a construir la paz. El coordinador de Pastoral Social, el padre Octavio Gutiérrez estima que se podrían inscribir más de mil nombres.

Solidaridad para
construir la paz
En la Provincia, en el marco de una Cultura de la Paz, se crearon centros de atención a las víctimas, con la participación de organizaciones civiles, académicas, y distintos organismos pastorales de la Iglesia. Así, talleres de perdón y reconciliación, han surgido como parte importante para restituir el tejido social, roto por la violencia.
  Está presente en el trabajo pastoral cotidiano de los sacerdotes de Guerrero, la realidad compleja del sufrimiento humano, de la dignidad humana, de las víctimas; el deseo de venganza por la pérdida o desaparición de seres queridos, los efectos psico-emocionales en la sociedad civil y, junto con sus obispos, urgen al Estado a asumir su papel para impartir justicia o las políticas públicas para afrontar violaciones graves a los Derechos Humanos.
  La violencia, en cualquiera de sus expresiones rompe la confianza mutua, el equilibrio y el tejido social, pues las víctimas sufren y sienten miedo, crece su deseo de venganza y esperan el castigo del transgresor como una forma legítima de justicia. Es en este escenario, donde se da el acompañamiento de los sacerdotes y religiosos, para crear un escenario para el perdón y la reconciliación.

La promoción de la Paz
y una mejor sociedad
  Ante esta realidad de pobreza, violencia, carencia de servicios, falta de liderazgo, sobresale el trabajo pastoral del Obispo Salvador Rangel Mendoza, en una da las diócesis de Guerrero, la de Chilapa- Chilpanncigo.
Mons. Rangel es religioso franciscano, por lo tanto siente una necesidad mayor de acercarse a las ovejas que están más marginadas, más alejadas y dialogar con el lobo, para escucharlo y atender a sus motivos.
El acercamiento con la delincuencia organizada, que ha incomodado a algunos actores políticos y sociales, ha sido de escucha, para dialogar con ellos y buscar poner una semilla de buena voluntad, para construir la paz con misericordia en la entidad, tal lacerada por la violencia que se vive diariamente.
  Los sacerdotes de la zona de la montañas, de la diócesis de Chilpancingo-Chilapa, expresan que no es fácil ser sacerdote en una zona de conflicto, pues el “Evangelio exige entrar en la conciencia del otro, removérsela y hacerle sentir. Da miedo muchas veces hasta predicar”, señalan.
  A la pregunta de cuál es su principal desafío en la zona donde el Estado no tiene presencia, responden que es “ver a los jóvenes perdidos en su proyectos de vida”, Los jóvenes están excluidos de oportunidades laborales, y los pocos apoyos o proyectos de desarrollo, que reciben, de la autoridad,  no tienen una perspectiva regional. Surgen así fuerzas que los manipulan y los utilizan en actividades ilegales.
  El trabajo pastoral, además de formar y administrar los sacramentos, consiste en “poder entrar a las zonas de cultivo y hacerles ver a ellos que el estilo de vida que están llevando, no producen cambio; producen un retroceso en la vida, un estancamiento; porque ya nadie se atreve ni a salir de la montaña, por miedo de los retenes del ejército, y el miedo a las otros grupos del crimen organizado que operan en el Estado.
  Los obispos mexicanos se solidarizan con el trabajo de los sacerdotes y obispos de la Provincia acordes a la Evangelii Gaudium. Para un obispo, encarnarse e inculturarse es hacerse uno con su gente, hasta identificarse con el alma del pueblo al que pastorea, y para ello, dialoga con quien tenga que dialogar.
Ser sacerdote en la Sierra de Guerrero, como ser médico, periodista o maestro, en esa zona, implica grandes retos y riesgos. Ser sacerdote es una vocación en riesgo permanente en esas condiciones de violencia, pobreza e inseguridad.Guerrero (1)

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