Semanario presenta la segunda de cuatro entregas para conocer la preparación de la Iglesia Católica

Las esperanzas y heridas de un pueblo

UNA MIRADA A LAS HERIDAS Y ESPERANZAS DE NUESTRO
PUEBLO MEXICANO

Reconocemos y damos gracias a Dios porque nuestra patria ha ido caminando poco a poco, con avances importantes y grandes esfuerzos, hacia una patria más floreciente y generosa para sus hijos. Se advierten avances muy significativos que dan cuenta del trabajo que muchos sectores están realizando por poner al día los vacíos humanos que existen y ofrecer a las próximas generaciones una patria más próspera y justa. Por supuesto, no podemos estar satisfechos con los avances que se han realizado hasta el momento, porque estamos muy lejos de que esta nueva etapa haya traído bienestar, seguridad, paz, justicia y equidad a la mayoría de nuestro pueblo.
Hay millones de pobres que siguen clamando por lo necesario para comer dignamente, para tener una educación de calidad, una vivienda digna, un trabajo estable con salario suficiente y una seguridad social que les haga vivir sin angustias su vida de cada día.
Es necesario reconocer que, en diferente medida, todos los ciudadanos somos responsables de esta situación que vivimos. Es innegable que hay personas que tienen una responsabilidad más grande sobre esto, porque se han aprovechado de cargos públicos, políticos o influencias inmorales para enriquecerse escandalosamente, dejando en la pobreza y bajo condiciones inhumanas a un gran número de ciudadanos. Los mexicanos como sociedad en su conjunto, no hemos sabido involucrarnos responsablemente en el destino de nuestro país y hemos dejado muchas veces en manos deshonestas y gente sin escrúpulos, el desarrollo de nuestra patria.
Esta situación que nos lastima hondamente nos lleva a decir como el profeta: Hemos pecado, hemos cometido iniquidades y delitos y nos hemos rebelado, apartándonos de tus mandamientos y preceptos. No hemos escuchado a tus siervos los profetas que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros antepasados y a toda la gente del país (Dn 9,5-6). Pero tenemos una certeza que nos anima en nuestro caminar: Dios no abandona a sus hijos. Dios ha buscado al hombre para mostrarle su misericordia y su amor, como dice el apóstol: … donde abundó el pecado sobreabundó la gracia. Así, lo mismo que el pecado reinó para traer muerte, también la gracia reinará en virtud de la justicia, para procurarnos vida eterna a través de Jesucristo nuestro Señor (Rm 5,20- 21). Con esta confianza nos abrimos a experimentar con dolor la situación que viven muchos hermanos nuestros abandonados a su suerte y queremos aproximarnos a ellos para hacerles experimentar la cercanía misericordiosa de Dios.

Las esperanzas y heridas
de un pueblo que lucha
y camina
Pobreza creciente y sus consecuencias
Observamos con mirada agradecida los múltiples recursos naturales y la gran biodiversidad con los que Dios ha bendecido a nuestra patria, riquezas que descubrimos en diferentes campos como la minería, la agricultura, los mares, los recursos forestales y toda una gran belleza y riqueza natural que se extiende por el territorio nacional. Descubrimos las bendiciones de Dios, sobre todo, a través de la nobleza de su gente, un gran abanico de culturas milenarias llenas de historia y misticismo, portadoras de grandes valores y tradiciones que nos llenan de orgullo. Un pueblo que ha nacido en la fusión, no sin dolor y violencia, de grandes culturas que han dado vida a una nueva sociedad, plena de un colorido social y racial que busca consolidarse en esta mezcla de modernidad y riqueza de sus tradiciones.

En este esfuerzo de consolidación por tener una patria generosa y justa para todos sus habitantes, vemos que nos falta un largo camino aún por recorrer. Advertimos cómo el fruto de toda esta riqueza se ha concentrado en pocas manos, dejando en desamparo a una gran multitud de hermanos nuestros que, teniendo derecho a ella, se encuentran a la espera de lo necesario para vivir dignamente. Reprobamos este sistema neoliberal agotado, que privilegia lo económico sobre el valor de la persona y que ha lanzado a la calle a tantos hermanos. Hacemos nuestra la voz del Papa Francisco: queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los pueblos. Y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana Madre Tierra como decía San Francisco .
Nuestro país ha ido experimentando un crecimiento y un estado de bienestar en campos como la salud, el trabajo, la educación, la infraestructura de bienes y servicios, y un importante número de personas disfrutan ya de ellos. Consideramos por otro lado, que hay un empobrecimiento de un importante número de familias y que través de muchos años no hemos podido avanzar lo suficiente en el combate de este azote que consume la vida de innumerables personas, que pasan hambre, frío, enfermedades y que no encuentran la oportunidad para salir de un estado de pobreza que se hereda por generaciones. Nuestro país está catalogado como uno de los campeones de la desigualdad social a nivel mundial. Aquí residen personas de las más ricas y poderosas del mundo y, junto a ellos, un gran número de personas en la indigencia. Esta situación nos duele y nos escandaliza, ya que somos hermanos que vivimos en un país con tantos recursos.

Familia

Familia
Nos alegra y damos gracias a Dios por el don de la familia en nuestro pueblo mexicano. Nosotros amamos nuestra familia porque ella constituye una de las bases fundamentales de la sociedad y de la Iglesia. Cuánta alegría encontramos en aquellos espacios domésticos que tejen con cariño cada día la vida de los esposos, hijos, nietos, hermanos, y todas aquellas relaciones familiares que fortalecen a la persona experimentando constantemente la solidaridad y el cariño en ella. Esta realidad humana sigue siendo motivo de esperanza porque constituye el lugar fundamental donde se forman los verdaderos ciudadanos y cristianos para nuestra patria. Cuánto bien nos hace ver la fidelidad, la entrega, el trabajo de cada día, el amor de padre y madre, abuelas, tíos y madres solteras criando y educando a sus hijos.
Desde líneas de fuego culturales como el individualismo, el hedonismo, el relativismo, la falta de compromisos por la vida, hasta cuestiones jurídicas e ideológicas, han puesto en grave crisis el estado de la familia. Estos cambios han traído una manera diferente de concebir y vivir el sentido de familia en nuestra cultura mexicana, introduciendo elementos extraños, no sólo a nuestra concepción cristiana, sino inclusive a la concepción natural de ella. A todo esto añadimos, en nuestra patria, verdaderos flagelos para ella como la pobreza, un machismo históricamente arraigado, la desintegración, la violencia intrafamiliar, las migraciones forzadas, la inseguridad y ciertas políticas públicas que atentan contra esta institución tan fundamental para el desarrollo y el bienestar de una sociedad.

Adolescentes y jóvenes
El Papa Francisco en su venida a nuestro país  nos recordó la gran riqueza que tenemos en nuestros jóvenes, México tiene un rostro joven, esto señala la vitalidad, la alegría, la esperanza, la fortaleza y la energía de un pueblo. Reconocemos que son muchos los desafíos que nos quedan por delante con ellos y las trampas que se tienden a su paso, impidiendo que esta gran riqueza se transforme en una verdadera esperanza.
Condiciones que son necesarias para el desarrollo de los adolescentes y jóvenes, han ido quedando atrás y deben ser fortalecidas, tales como: el acompañamiento de nosotros sus pastores, familias integradas que impriman verdaderos valores en su corazón; una educación con calidad que, no sólo capacite para trabajos mejor remunerados, sino que puedan hacerlos crecer y madurar como personas; trabajos dignos y suficientemente retribuidos que quiten la angustia del mañana; espacios de esparcimiento y creatividad que fortalezcan su espíritu juvenil. Lamentamos profundamente la desaparición y muerte de miles de jóvenes en los últimos tiempos, los feminicidios, verdaderos ríos de sangre nueva que han corrido por nuestros pueblos y ciudades; la situación de muchos de ellos envueltos en la violencia, el narcotráfico, la trata de personas, la falta de oportunidades, el desempleo, la migración y el descarte. Un país sin adolescentes y jóvenes sanos, humana y socialmente, es un país sin futuro.

adolescentes

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