Querida Lupita:
Las imágenes del incendio de Notre Dame fueron escalofriantes. Me sentí en una iglesia en declive, en una realidad que está extinguiéndose. Cómo levantar nuestros corazones frente a tantas noticias que nos hacen ver acabada a nuestra Iglesia y al propio Cristo.
María F. A.
Muy estimada en Cristo, María:
Hablas como los peregrinos de Emaús, recuerdas? (Lc. 24, 13-24).
Ellos iban tristes, derrotados. Habían visto en la Cruz al Maestro. Su Salvador parecía totalmente perdido, y fue el propio Jesucristo resucitado quien les explicó que todo eso debía pasar para que se operara el triunfo Divino.
Al mirar la imagen de Notre Dame en llamas, evoco al Padre Miguel Agustín Pro que dijo:
“La única Iglesia que ilumina es la que arde”. Así decían los comunistas españoles cuando prendían fuego a alguna iglesia. Hoy, aquella verdad se ha hecho más intensa aún, porque si Cristo dijo que había venido a traer fuego a la tierra, la tibieza de gran parte de los cristianos ha obligado a la Providencia a mostrarnos con cuánto fuego debería arder nuestro corazón. “Si estos callan, hablarán las piedras”, dijo el Señor. Y han hablado ante nuestro silencio cómplice.
El mensaje es claro: o arden nuestros corazones o arderán nuestras iglesias.
¡Vivimos tiempos que nos exigen coherencia de vida!
No más católicos que desconocen las Sagradas Escrituras, el valor de los Sacramentos, la Liturgia de la Iglesia, la Doctrina Social Cristiana.
No más católicos sin amor. La fe se traduce en obras, nos corresponde iluminar este mundo con el fuego de nuestros corazones ardiendo en amor, en servicio a los demás, en solidaridad y perdón, en honestidad y respeto.
Pero, sobretodo, no más católicos que viven sin orar y sin sacramentos. Es caminar con Cristo lo que nos devuelve la vista para reconocer a Dios. Necesitamos suplicarle, como lo hicieron los caminantes de Emaús: “quédate con nosotros Señor, que ya anochece”. Pero esta súplica no saldrá sinceramente del corazón si no hemos emprendido una relación con Él a través de la oración y la vida sacramental.
¡Que las llamas de fuego que quisieron extinguir la Catedral de Notre Dame, se transformen en llamas de santidad en nuestros corazones cristianos, para hacer arder el mundo en amor!
Lupita Venegas/Psicóloga
Facebook: lupitavenegas
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