“La Parroquia de San Lucas Evangelista, en Iztapalapa, fue la comunidad que me ayudó a experimentar el amor de Dios, y la que me enseñó a servir y a amar en el servicio, y la que me impulsó en mi vocación sacerdotal”. Antes de llegar a este templo, reconoce Agustín Peralta Rivera, de 35 años, estaba alejado de Dios y de la Iglesia.
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Sus recuerdos de la infancia, sobre todo en la preparación para la Primera Comunión, son muy felices. “Pero después llegó el tiempo de secundaria y de preparatoria, en el que incluso llegué a pensar que Dios no existía”, aseguró.
El reencuentro con Dios
Un momento que lo marcó fue la muerte de su cuñado. En las exequias volvió a la Iglesia después de mucho tiempo. “Recuerdo que lloré de alegría por encontrarme de nuevo con Dios”.
Más tarde, su familia se mudó a Iztapalapa y fue en la Parroquia de San Lucas donde volvió a involucrarse con la comunidad. Se integró al catecismo, a los grupos y, finalmente, sintió el llamado de Dios hacia la vocación sacerdotal.
Para entonces, Agustín estudiaba Pedagogía en la Facultad de Estudios Superiores Aragón de la UNAM, “pero el Señor me sedujo y yo me dejé seducir. Así que me fui al Seminario”.
Ahora, tras servir como diácono en dos parroquias de la Arquidiócesis de México, vive con alegría y esperanza los días previos a su ordenación sacerdotal. Su primera Misa será en San Lucas, el mismo lugar donde encontró su vocación.
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