¿Qué celebramos en la fiesta de la Ascensión del Señor?

Cuarenta días después del Domingo de Resurrección, la Iglesia Católica celebra la Ascensión del Señor, una fiesta de gran solemnidad para los cristianos, pues Jesucristo sube al Cielo para sentarse a la derecha del Padre, glorioso y por encima de todos los ángeles, principados y potestades.

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El último de los misterios de la vida de Jesucristo entre los hombres fue su Ascensión al Cielo. Aunque este hecho es motivo de alegría, pues nos da la certeza de que el pago de sacrificio de Jesucristo fue aceptado por Dios Padre como la expiación perfecta por los pecadores, deja entre los hombres una extraña e indescriptible tristeza, producto del amor que sentimos por Jesús, como escribiera en alguna ocasión el Santo Josemaría Escrivá: “Él, siendo perfecto Dios, se hizo hombre, perfecto hombre, carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre. Y se separa de nosotros, para ir al Cielo. ¿Cómo no echarlo en falta?”.

Para la Iglesia Católica, la Ascensión del Señor es una fiesta litúrgica de gran envergadura con un contenido concentrado en Cristo. “Constituye, además, la máxima dignificación del hombre, pues Jesucristo ha vencido la muerte y el pecado; ha subido al Cielo y está sentado a la derecha del Padre para, como hombre, interceder por nosotros”, explicó el Padre Julián López.

“La Ascensión es un día de fiesta, un día de alegría y de gran solemnidad, puesto que Cristo culmina la obra del Padre; por otra parte, es el preámbulo para la venida del Espíritu Santo”.

La Ascensión de Nuestro Señor nos sugiere también otra realidad; es decir, Jesús, quien nos alienta en la tierra a propagar el Evangelio de la Paz, nos espera en el Cielo. “Esta partida; sin embargo, es también un llamado a la responsabilidad del cristiano porque, si bien, Jesucristo subió al Cielo, también envió su Espíritu para que el ser humano pueda enfrentar las distintas situaciones que la vida le presente”.

Nuestro abogado en el Cielo

Jesús está ahora en la presencia del Padre y no es necesario realizar otro sacrificio por el pecado. Según las Escrituras, Jesucristo regresó al Cielo a preparar un lugar para nosotros. Este hecho, a su vez, hace posible que podamos ir con confianza hacia la presencia de Dios, pues el cristiano tiene un abogado en el Cielo, quien ha experimentado todo lo que nosotros vivimos en la tierra.

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¡Qué consoladoras son las palabras de San Pablo! -explica el Padre Pablo Arce Gargollo, en su artículo “Resurrección, Ascensión y Segunda Venida de Jesús”- cuando nos dice: “Tenemos por nuestro gran Pontífice a Cristo, Hijo de Dios, que penetró a los Cielos… capaz de compadecerse de nuestras miserias, pues las experimentó voluntariamente todas, con excepción del pecado”. Lleguemos, pues, con toda confianza al trono de su gracia, a fin de obtener misericordia y de alcanzar su auxilio en el momento en que lo necesitemos.

De acuerdo con el Padre Pablo, “Cristo subió al Cielo por tres razones principales: para tomar posesión del Reino de su Gloria; para enviar el Espíritu Santo a los Apóstoles y a su Iglesia, y para ser en el Cielo mediador e intercesor nuestro y prepararnos tronos de gloria”.

Finalmente, para la Iglesia Católica, la fiesta de la Ascensión del Señor constituye un llamado a la comunidad cristiana a fortalecerse en la lucha contra las tentaciones de la vida cotidiana, pues nos recuerda que si combatimos con Cristo, con Él seremos glorificados en el Cielo, y aunque Jesús ha dejado la tierra, todo cristiano puede encontrarle a través de la Oración y la Eucaristía, pero, sobre todo, puede participar con Él en la siembra de la paz y la alegría en este mundo.


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