¿Por qué Dios permite la enfermedad?

Aquel anciano doctor se sentía muy contento de ser médico, y presumía que Jesús había dejado dos mandatos; uno, que fuéramos a predicar el Evangelio a todo mundo, y otro, que visitáramos a los enfermos y los sanáramos.

Decía que nosotros los sacerdotes cumplíamos el primer mandato de Jesús y que ellos, los médicos, cumplían con la segunda misión de curar a los enfermos. Y como aquel médico, nos consta que hay muchos médicos y enfermeras que ven en su trabajo una verdadera misión divina y que se esfuerzan en devolver la salud a los enfermos.

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¿Por qué a Jesús le preocupan tanto los enfermos, al grado de ponerlos en paridad con la predicación de la buena noticia del Evangelio? Sanar a un enfermo es una buena noticia, y gran parte de las actividades de Jesús durante su vida pública consistieron en dar la salud del cuerpo a todos los enfermos que acudían a él.

La enfermedad del cuerpo, para Jesús, es un símbolo de esa otra enfermedad que lleva a la muerte eterna: el pecado. Jesús afirma que ha venido a buscar a los enfermos, porque los sanos no necesitan de médico. Los enfermos buscamos a Jesús con el anhelo de recibir la salud.

Jesús busca a los enfermos porque ciertamente son los más pobres entre los pobres. Un enfermo se siente gravemente necesitado de una curación que no suele estar a su alcance, y como no se basta a sí mismo, entonces pone su confianza en los médicos. De ellos espera su salud pronta y total. La confianza de sus pacientes, en un buen médico, es motivo de superación, ¡ellos quisieran ser Dios y sus pacientes esperan que lo sea!, pero no son más que simplemente humanos.

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Los católicos tenemos un sacramento especial para los enfermos, se llama Unción de los Enfermos, y fue instituido por Jesucristo cuando enviaba a los apóstoles a predicar el Evangelio y a visitar a los enfermos (Mc 6, 13).

Cuando ungimos a un enfermo lo hacemos con dos motivos; el primero, desde luego, es el pedirle a Dios que le devuelva la salud del alma y la del cuerpo, si le conviene; la segunda es ayudarle al enfermo a darle sentido a su dolor y a unirlo a la Pasión de Cristo, de tal modo que su sufrimiento, unido al de Jesús, se vuelva redentor de los propios pecados y de los de este mundo. El dolor de un enfermo puede tener sentido y ser más llevadero.

¿Por qué Dios permite la enfermedad? Porque es una consecuencia de nuestra humanidad, y nuestra naturaleza tiene que seguir sus leyes.

La enfermedad nos sirve para darnos cuenta de lo débiles que somos y de lo necesitados que estamos, no sólo de la ayuda divina, sino de cada uno de nuestros hermanos que hace algo por nosotros.

Un enfermo cristiano facilita la labor de los que lo aman y sabe agradecer las atenciones que recibe. Tomemos nuestra enfermedad como una oportunidad para acercarnos más a Dios en la medida en que necesitamos no sólo la salud, sino el consuelo y el auxilio de Su gracia.

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